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It doesn't feel right giving this book any star rating, good bad or indifferent. It's not that kind of book. I loved parts of it, if that means anything.
Siempre han existido ciertas vacas sagradas en la Historia del Arte que, una vez consagradas, nadie puede criticar sin que el resto haga una mueca desaprobadora ante tanta ignorancia. Atrévete a decirle a un crítico de cine que Ciudadano Kane es aburrida. Grítale a las hordas de japoneses que verás en el Louvre que la Gioconda está sobrevalorada. Y ay de ti si osas decir que cuando leíste el Ulises de Joyce no te enteraste de nada.
El problema ante estas vacas sagradas es que, una vez te atreves a enfrentarte a ellas, lo haces con un complejo de inferioridad que puede coartar tu experiencia. Y el problema con el Ulises es precisamente que no te vas a poder enterar de nada hasta que lleves leídas 600 páginas de las 800 que tiene, y aún así.
Porque James Joyce era, ante todo, un erudito. Desde su infancia con los jesuitas, arrastró consigo un ritmo de lectura endiablado, acumulando datos, nombres, fechas, estilos, idiomas enteros (aprendió noruego sólo para leer a Ibsen). Y todo eso lo volcó en su novela cumbre. Enfrentarse a las páginas de UIises es enfrentarse a un mundo plagado de citas literarias (hay un libro de 500 páginas encargado solamente de referirlas), de frases en latín, alemán, francés, italiano, de referencias bíblicas, de parodias de estilos, de adaptaciones del texto a música de ópera…
En resumen, para entender plenamente el Ulises, tienes que ser el propio Joyce o tienes que haber leído los mismos libros y escuchado las mismas canciones que él escuchó durante toda su vida. Y esto, que se podría aplicar en realidad a cada novela, se hace dolorosamente patente en ésta que nos ocupa.
La trama es asombrosamente fácil: el 16 de junio de 1904, en Dublín, un irlandés judío, Leopold Bloom, sale de su casa para asistir a un entierro y se pasa luego todo el día de taberna en taberna hasta que regresa con su mujer de madrugada. Al mismo tiempo, un irlandés católico, Stephen Dedalus, acude a su clase de Historia matinal y, cuando termina, se pasa todo el día de taberna en taberna hasta que se junta con el judío antes citado y ambos terminan su día de juerga en casa del primero.
Sabemos que el libro esconde además un paralelismo con la Odisea de Homero, y hasta aquí, sería sencillo comparar a Leopold Bloom con Odiseo (Ulises) —resulta interesante el paralelismo entre el significado del nombre Odiseo, el “odiado”, y la raza de Leopold Bloom, la judía, sin duda la más “odiada” de la Historia de la Humanidad— y a Stephen Dedalus con Telémaco, y aunque no mantengan en lo legal la relación padre-hijo, sus vagabundeos por Dublín se corresponden con los de un padre en busca de su hijo y un hijo en busca de su padre, hasta que ambos, unidos en una cogorza de espanto, establecen esa relación paterno filial de manera instintiva. Joyce se encarga de aderezarlo todo aún más con traumas pasados, como el hijo recién nacido que perdieron los Bloom y la madre ante la que Stephen no quiso rezar en su lecho de muerte, y la culpabilidad que arrastran desde entonces.
Hasta aquí, sería también fácil comparar a Molly Bloom con Penélope y la casa de los Bloom con Ítaca. Pero el resto de referencias no son un calco de la Odisea, sino más bien chistes privados de Joyce, de esos que sólo los eruditos saben apreciar con una sonrisa torcida de las de peroquélistoquesoy. De todas formas, no son importantes, y de hecho, están ahí para disfrutarse en una eventual segunda lectura.
La novela utiliza esa banalidad (un día cualquiera en la vida de dos hombres cualquiera) como vehículo para los alardes técnicos y estilísticos que son los que han hecho de Ulises la novela más alabada del siglo XX. No sólo por el monólogo interior que, aunque ya existía, Joyce apuntala en los capítulos en los que asistimos directamente al pensamiento de los personajes. También por las parodias de varios estilos (periodístico, publicitario, operístico), que en ocasiones llegan a ser auténticos alardes de genialidad, como en el capítulo en el que Joyce comienza escribiendo en el estilo biblíco, sigue con el alto medieval, continúa con el renacentista y así hasta darle un buen repaso a toda la Historia de la Literatura Inglesa.
A todo esto habría que añadirle que, en muchos capítulos, el tiempo que tardarías en leerlo equivale exactamente al tiempo que transcurre en la novela, lo que teóricamente te daría la opción de empezar a leer a las 8 de la mañana con Stephen desayunando a esa hora, y terminar de leer a las 3 de la madrugada con Molly Bloom y sus delirios noctámbulos.
Pero hay que reconocer que, en 800 páginas, hay sitio para muchos pasajes aburridos, para momentos tediosos y para lapsos de confusión total. La novela exige atención, porque la frase que no entendiste en la página 78 aparecerá otra vez en la 645, y ese personaje enigmático que creías insulso se vuelve terriblemente importante cuatro capítulos después. Hay ratos en los que apartarás el libro y gritarás “¿Pero qué anda haciendo ese jodido masón de un lado para otro por la acera?”, como grita el Ciudadano hablando de Leopold Bloom y su deambular, y al que es muy fácil acompañarle en su enfado.
Además de todo esto, se pueden añadir todavía homenajes y parodias a Shakespeare, a Santo Tomás de Aquino, a Aristóteles, a todos los grandes héroes del pensamiento occidental que Joyce reverenciaba. Y, si fuéramos lectores angloparlantes, tendríamos multitud de nuevos vocablos, de expresiones inventadas, de chistes, juegos de palabras, cancioncillas infantiles, jerga irlandesa, cockney, americana… Algunos han conseguido salvarse gracias a la traducción de J.M. Valverde, pero no sabemos todo aquello que nos estamos perdiendo.
La grandeza del Ulises estriba precisamente en ser una novela inagotable, un manantial al que acudir una y otra vez para descubrir detalles que se nos habían escapado. Quizás el retazo de Humanidad más conseguido en la Historia de la Literatura. Pero también la novela más vanidosa y egocéntrica (no hay un alter ego, ¡sino dos!, uno en su versión estudiantil pedante, otro en su versión madura y paternal), y sin duda el mayor ejercicio de elación al que he asistido en mi vida.
El problema ante estas vacas sagradas es que, una vez te atreves a enfrentarte a ellas, lo haces con un complejo de inferioridad que puede coartar tu experiencia. Y el problema con el Ulises es precisamente que no te vas a poder enterar de nada hasta que lleves leídas 600 páginas de las 800 que tiene, y aún así.
Porque James Joyce era, ante todo, un erudito. Desde su infancia con los jesuitas, arrastró consigo un ritmo de lectura endiablado, acumulando datos, nombres, fechas, estilos, idiomas enteros (aprendió noruego sólo para leer a Ibsen). Y todo eso lo volcó en su novela cumbre. Enfrentarse a las páginas de UIises es enfrentarse a un mundo plagado de citas literarias (hay un libro de 500 páginas encargado solamente de referirlas), de frases en latín, alemán, francés, italiano, de referencias bíblicas, de parodias de estilos, de adaptaciones del texto a música de ópera…
En resumen, para entender plenamente el Ulises, tienes que ser el propio Joyce o tienes que haber leído los mismos libros y escuchado las mismas canciones que él escuchó durante toda su vida. Y esto, que se podría aplicar en realidad a cada novela, se hace dolorosamente patente en ésta que nos ocupa.
La trama es asombrosamente fácil: el 16 de junio de 1904, en Dublín, un irlandés judío, Leopold Bloom, sale de su casa para asistir a un entierro y se pasa luego todo el día de taberna en taberna hasta que regresa con su mujer de madrugada. Al mismo tiempo, un irlandés católico, Stephen Dedalus, acude a su clase de Historia matinal y, cuando termina, se pasa todo el día de taberna en taberna hasta que se junta con el judío antes citado y ambos terminan su día de juerga en casa del primero.
Sabemos que el libro esconde además un paralelismo con la Odisea de Homero, y hasta aquí, sería sencillo comparar a Leopold Bloom con Odiseo (Ulises) —resulta interesante el paralelismo entre el significado del nombre Odiseo, el “odiado”, y la raza de Leopold Bloom, la judía, sin duda la más “odiada” de la Historia de la Humanidad— y a Stephen Dedalus con Telémaco, y aunque no mantengan en lo legal la relación padre-hijo, sus vagabundeos por Dublín se corresponden con los de un padre en busca de su hijo y un hijo en busca de su padre, hasta que ambos, unidos en una cogorza de espanto, establecen esa relación paterno filial de manera instintiva. Joyce se encarga de aderezarlo todo aún más con traumas pasados, como el hijo recién nacido que perdieron los Bloom y la madre ante la que Stephen no quiso rezar en su lecho de muerte, y la culpabilidad que arrastran desde entonces.
Hasta aquí, sería también fácil comparar a Molly Bloom con Penélope y la casa de los Bloom con Ítaca. Pero el resto de referencias no son un calco de la Odisea, sino más bien chistes privados de Joyce, de esos que sólo los eruditos saben apreciar con una sonrisa torcida de las de peroquélistoquesoy. De todas formas, no son importantes, y de hecho, están ahí para disfrutarse en una eventual segunda lectura.
La novela utiliza esa banalidad (un día cualquiera en la vida de dos hombres cualquiera) como vehículo para los alardes técnicos y estilísticos que son los que han hecho de Ulises la novela más alabada del siglo XX. No sólo por el monólogo interior que, aunque ya existía, Joyce apuntala en los capítulos en los que asistimos directamente al pensamiento de los personajes. También por las parodias de varios estilos (periodístico, publicitario, operístico), que en ocasiones llegan a ser auténticos alardes de genialidad, como en el capítulo en el que Joyce comienza escribiendo en el estilo biblíco, sigue con el alto medieval, continúa con el renacentista y así hasta darle un buen repaso a toda la Historia de la Literatura Inglesa.
A todo esto habría que añadirle que, en muchos capítulos, el tiempo que tardarías en leerlo equivale exactamente al tiempo que transcurre en la novela, lo que teóricamente te daría la opción de empezar a leer a las 8 de la mañana con Stephen desayunando a esa hora, y terminar de leer a las 3 de la madrugada con Molly Bloom y sus delirios noctámbulos.
Pero hay que reconocer que, en 800 páginas, hay sitio para muchos pasajes aburridos, para momentos tediosos y para lapsos de confusión total. La novela exige atención, porque la frase que no entendiste en la página 78 aparecerá otra vez en la 645, y ese personaje enigmático que creías insulso se vuelve terriblemente importante cuatro capítulos después. Hay ratos en los que apartarás el libro y gritarás “¿Pero qué anda haciendo ese jodido masón de un lado para otro por la acera?”, como grita el Ciudadano hablando de Leopold Bloom y su deambular, y al que es muy fácil acompañarle en su enfado.
Además de todo esto, se pueden añadir todavía homenajes y parodias a Shakespeare, a Santo Tomás de Aquino, a Aristóteles, a todos los grandes héroes del pensamiento occidental que Joyce reverenciaba. Y, si fuéramos lectores angloparlantes, tendríamos multitud de nuevos vocablos, de expresiones inventadas, de chistes, juegos de palabras, cancioncillas infantiles, jerga irlandesa, cockney, americana… Algunos han conseguido salvarse gracias a la traducción de J.M. Valverde, pero no sabemos todo aquello que nos estamos perdiendo.
La grandeza del Ulises estriba precisamente en ser una novela inagotable, un manantial al que acudir una y otra vez para descubrir detalles que se nos habían escapado. Quizás el retazo de Humanidad más conseguido en la Historia de la Literatura. Pero también la novela más vanidosa y egocéntrica (no hay un alter ego, ¡sino dos!, uno en su versión estudiantil pedante, otro en su versión madura y paternal), y sin duda el mayor ejercicio de elación al que he asistido en mi vida.
I’m still surprised that I started reading this legendary novel and a bit shocked that I actually finished it. It is everything everybody has ever said about it.
James Joyce have too many voices in his head and have never learned how to ignore them.
Also, why is he so obsessed with the Jews?
Also, why is he so obsessed with the Jews?
tengo tantos pensamientos sobre este libro
se hace muy denso pero nada pesado, porque siempre lo hace interesante ?? como q te quedas en plan "q narices está haciendo este ahora" con la misma escritura y es muy chulo
me ha parecido un libro sobre sí mismo, en plan 0 interés a los personajes y al plot, simplemente ha decidido hacer cosas curiosas con la narración y q el protagonismo se lo lleve ella y lo respeto
me gusta mucho la historia del libro y tiene frases y reflexiones muuuy chulas, es graciosete en partes y profundo en otras, en otros momentos el autor te vacila y ya (y hay partes q sinceramente creo q no he llegado a entender del todo pero still)
no lo recomendaría, pero no me arrepiento de haberlo cogido
"it must be a movement then, an actuality of the possible as possible"
se hace muy denso pero nada pesado, porque siempre lo hace interesante ?? como q te quedas en plan "q narices está haciendo este ahora" con la misma escritura y es muy chulo
me ha parecido un libro sobre sí mismo, en plan 0 interés a los personajes y al plot, simplemente ha decidido hacer cosas curiosas con la narración y q el protagonismo se lo lleve ella y lo respeto
me gusta mucho la historia del libro y tiene frases y reflexiones muuuy chulas, es graciosete en partes y profundo en otras, en otros momentos el autor te vacila y ya (y hay partes q sinceramente creo q no he llegado a entender del todo pero still)
no lo recomendaría, pero no me arrepiento de haberlo cogido
"it must be a movement then, an actuality of the possible as possible"
Liked the form, but was tortured by the thoughts of the characters.
Stunning, absolutely compelling and certainly worth the copious study, research and Gaelic heartbreak. Can't believe I waited so long to read this book, certainly to my own personal detriment.
Lo he intentado. Sabía que iba a ser una lectura difícil para la que pensaba que estaba más que preparado. Ya se sabe que, a veces, necesitamos estar en el momento y lugar adecuados para que estos libros nos alcancen de pleno. Pero, evidentemente, no lo estaba. Y no será por empeño: he avanzado unas cien páginas (mi edición tiene más de ochocientas), pero no me enteraba ni entendía nada. El estilo cambiante y caótico de Joyce hace perderte cada dos minutos y mi experiencia, cada vez más frustrada, iba en decadencia.
Lo aparco por si en un futuro vienen nuevas inquietudes y mejores posibilidades para abrir las puertas al “Ulises” de Joyce...
Lo aparco por si en un futuro vienen nuevas inquietudes y mejores posibilidades para abrir las puertas al “Ulises” de Joyce...
challenging
funny
reflective
slow-paced
Loveable characters:
Complicated
Diverse cast of characters:
Yes
Flaws of characters a main focus:
Yes
felt silly so wanted to read it, was absolutely dead by the end of the book but PEAK if you want something that you cant understand half the time