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"Amy Sillerton had submitted so tamely to the eccentricities of a husband who filled the house with long-haired men and short-haired women"
Our protagonist, Newland Archer is a lawyer from a predominant upper-crust New York city family. He is engaged to May Welland, the picture of innocence, hailing from an equally prestigious family.
Newland struggles with his growing affection for the Countess Ellen Olenski, eventually sacrificing happiness for convention.
Wharton is a masterful writer, she paints the picture of high class New York like no other and creates characters whose complexities are so subtle, you can easily overlook them.
Like many novels of this time- the characters focus on social customs and turn away from anything that could be deemed "scandalous" but this book stands apart.
I struggled writing this review, I could not find the proper way to describe my feelings for this book. The beauty in a story that is so much more than another "love-triangle" the way each characters blossomed and evolved over the course of 230 pages, it is easy to see why this book is so loved, and so highly praised.
i read this book for a class and it was pretty enjoyable. Would recommend. The author brought up a lot of points about the societal structures that have kept women in their place for years and years and the little advances men have made to change that. Fun.
Smartly written, interesting though dull at times. Sublime ending that served as the book's saving grace
Truly nothing against it I just ran out of my adhd meds in june and now I am here❤️❤️❤️❤️❤️last chapter was the best it's the payoff for a lot of tedium
This book will be a lasting favorite. Incredibly beautiful, devastating and absolutely brilliant.
dark
emotional
tense
medium-paced
Plot or Character Driven:
Character
Strong character development:
Yes
Loveable characters:
Complicated
Diverse cast of characters:
No
Flaws of characters a main focus:
Yes
Tuve este libro entre mis pendientes desde que vi la película de Martin Scorsese hace unos años, y logró superar mis expectativas. Me encantan las novelas de época, y disfruto aún más cuando las autoras retratan y critican la sociedad en la que les tocó vivir, como lo hace Edith Wharton. Y aquí vamos.
La novela está ambientada alrededor del año 1870 en la ciudad de Nueva York, que resulta ser más conservadora de lo que uno podría imaginar. En esta sociedad, que busca a toda costa mantener las tradiciones y no permite que nuevos ricos ajenos al entorno de las familias más poderosas y antiguas se integren a la clase alta, se vive bajo normas estrictas que se respetan al pie de la letra y apenas se cuestionan.
Es en este entorno donde Newland Archer, un joven de una familia tradicional, espera contraer matrimonio con May Welland, una muchacha de su misma condición social, en un círculo donde todos se conocen y están emparentados de alguna forma.
May es todo lo que una joven de su posición debe ser: bella y encantadora, siempre dice las palabras adecuadas, opina solo lo que le concierne y no piensa en temas más allá de lo que le compete como mujer de su clase. Y, aparentemente, Newland está muy conforme con ello, porque así debe ser, y él será el esposo que se espera de él.
La llegada de la condesa Olenska, miembro “problemático” del clan Mingott y prima de May, lo llevará a cuestionarse ciertas cosas.
Ellen Olenska ha tenido una crianza poco convencional y una larga vida en Europa, donde se casó con un conde polaco que convirtió su matrimonio en un infierno. El escándalo la persiguió cuando Ellen decidió abandonar a su esposo y refugiarse con su familia en Nueva York. Ella esperaba encontrar comprensión, pero solo halló rechazo y críticas de quienes no toleran que haya elegido emanciparse. Además, su educación, ajena a las estrictas normas de la alta sociedad neoyorquina, la coloca siempre en el punto de mira, tanto de damas como de caballeros.
Ellen encuentra en Newland algo de la comprensión que buscaba. Y Newland encuentra en ella un camino hacia una vida “real”, una que trasciende las normas e imposiciones de su sociedad, lejos de la rigidez de las tradiciones. En Ellen ve a alguien con quien puede hablar de temas que no puede ni tocar con otros, una visión más amplia del mundo, y la autenticidad que no encuentra en su entorno.
Pero el amor siempre les será esquivo. Aunque ambos son conscientes de sus sentimientos, son esas mismas normas y el decoro que critican los que impiden que sus más profundos anhelos se concreten.
La magia de esta novela no radica en una crítica social evidente, sino en todo lo que se esconde bajo la mirada de Newland, quien intenta emanciparse de las viejas tradiciones, pero apenas se atreve a pensarlo, como si incluso reflexionar al respecto estuviera prohibido. Se siente ahogado, es infeliz, intenta hablarlo y sincerarse, pero nunca puede. Todo su mundo se basa en mantener la máscara de las buenas formas. Nadie quiere escucharlo, porque saben lo que va a decir y no pueden permitirlo.
La sociedad que la autora retrata es de un conservadurismo angustiante. Las normas rígidas anulan la reflexión, y los personajes tienen dificultades para ahondar en su mundo interior o incluso ser conscientes de que podrían pensar de otras formas, mucho menos mostrarlo.
Son pocos los momentos en los que personajes como May parecen tener una opinión propia. Es evidente que la tienen, pero ella misma la reprime de múltiples maneras y apenas se permite expresarse a través de gestos y acciones disimuladas. Incluso los personajes principales son incapaces de hablar abiertamente de los sentimientos que saben que comparten.
Es curioso el desprecio no hacia las clases bajas, sino hacia los intelectuales y el arte. Esta sociedad los percibe como algo propio de los “otros”, quienes jamás son bienvenidos en sus salones. Están allí solo para entretener, pero no son dignos de nada más.
Y, aun así, en cada intento de preservar las tradiciones se percibe el terror de perderlas. El miedo a aceptar que el mundo está cambiando y que, quieran o no, esas costumbres a las que se aferran quedarán en el pasado. Es fascinante la línea “en cualquier momento nuestras hijas se casarán con un bastardo de Beaufort”, en referencia a un personaje rico que no pertenece a las familias tradicionales. Treinta años después, cuando la descendencia de Newland se casa con una hija ilegítima de Beaufort, no pasa nada. No hay drama, y a nadie le importa en realidad. Solo Newland puede observar cómo ese mundo tradicional al que tanto se aferraron ya no existe.
Sin duda, esta es una novela con un lenguaje muy acorde a la sociedad que retrata, lleno de sutilezas que es preciso leer entre líneas. Así como los personajes encuentran difícil hablar de lo que piensan o sienten, el lector debe descubrir entre las palabras lo que los personajes no se atreven a expresar por miedo al rechazo de la tribu.
La novela está ambientada alrededor del año 1870 en la ciudad de Nueva York, que resulta ser más conservadora de lo que uno podría imaginar. En esta sociedad, que busca a toda costa mantener las tradiciones y no permite que nuevos ricos ajenos al entorno de las familias más poderosas y antiguas se integren a la clase alta, se vive bajo normas estrictas que se respetan al pie de la letra y apenas se cuestionan.
Es en este entorno donde Newland Archer, un joven de una familia tradicional, espera contraer matrimonio con May Welland, una muchacha de su misma condición social, en un círculo donde todos se conocen y están emparentados de alguna forma.
May es todo lo que una joven de su posición debe ser: bella y encantadora, siempre dice las palabras adecuadas, opina solo lo que le concierne y no piensa en temas más allá de lo que le compete como mujer de su clase. Y, aparentemente, Newland está muy conforme con ello, porque así debe ser, y él será el esposo que se espera de él.
La llegada de la condesa Olenska, miembro “problemático” del clan Mingott y prima de May, lo llevará a cuestionarse ciertas cosas.
Ellen Olenska ha tenido una crianza poco convencional y una larga vida en Europa, donde se casó con un conde polaco que convirtió su matrimonio en un infierno. El escándalo la persiguió cuando Ellen decidió abandonar a su esposo y refugiarse con su familia en Nueva York. Ella esperaba encontrar comprensión, pero solo halló rechazo y críticas de quienes no toleran que haya elegido emanciparse. Además, su educación, ajena a las estrictas normas de la alta sociedad neoyorquina, la coloca siempre en el punto de mira, tanto de damas como de caballeros.
Ellen encuentra en Newland algo de la comprensión que buscaba. Y Newland encuentra en ella un camino hacia una vida “real”, una que trasciende las normas e imposiciones de su sociedad, lejos de la rigidez de las tradiciones. En Ellen ve a alguien con quien puede hablar de temas que no puede ni tocar con otros, una visión más amplia del mundo, y la autenticidad que no encuentra en su entorno.
Pero el amor siempre les será esquivo. Aunque ambos son conscientes de sus sentimientos, son esas mismas normas y el decoro que critican los que impiden que sus más profundos anhelos se concreten.
La magia de esta novela no radica en una crítica social evidente, sino en todo lo que se esconde bajo la mirada de Newland, quien intenta emanciparse de las viejas tradiciones, pero apenas se atreve a pensarlo, como si incluso reflexionar al respecto estuviera prohibido. Se siente ahogado, es infeliz, intenta hablarlo y sincerarse, pero nunca puede. Todo su mundo se basa en mantener la máscara de las buenas formas. Nadie quiere escucharlo, porque saben lo que va a decir y no pueden permitirlo.
La sociedad que la autora retrata es de un conservadurismo angustiante. Las normas rígidas anulan la reflexión, y los personajes tienen dificultades para ahondar en su mundo interior o incluso ser conscientes de que podrían pensar de otras formas, mucho menos mostrarlo.
Son pocos los momentos en los que personajes como May parecen tener una opinión propia. Es evidente que la tienen, pero ella misma la reprime de múltiples maneras y apenas se permite expresarse a través de gestos y acciones disimuladas. Incluso los personajes principales son incapaces de hablar abiertamente de los sentimientos que saben que comparten.
Es curioso el desprecio no hacia las clases bajas, sino hacia los intelectuales y el arte. Esta sociedad los percibe como algo propio de los “otros”, quienes jamás son bienvenidos en sus salones. Están allí solo para entretener, pero no son dignos de nada más.
Y, aun así, en cada intento de preservar las tradiciones se percibe el terror de perderlas. El miedo a aceptar que el mundo está cambiando y que, quieran o no, esas costumbres a las que se aferran quedarán en el pasado. Es fascinante la línea “en cualquier momento nuestras hijas se casarán con un bastardo de Beaufort”, en referencia a un personaje rico que no pertenece a las familias tradicionales. Treinta años después, cuando la descendencia de Newland se casa con una hija ilegítima de Beaufort, no pasa nada. No hay drama, y a nadie le importa en realidad. Solo Newland puede observar cómo ese mundo tradicional al que tanto se aferraron ya no existe.
Sin duda, esta es una novela con un lenguaje muy acorde a la sociedad que retrata, lleno de sutilezas que es preciso leer entre líneas. Así como los personajes encuentran difícil hablar de lo que piensan o sienten, el lector debe descubrir entre las palabras lo que los personajes no se atreven a expresar por miedo al rechazo de la tribu.
reflective
slow-paced
Plot or Character Driven:
Character
This is a story of quiet desperation. Stifling. And the saddest thing is that the people who suffer most from it are the ones who perpetuate it.