http://divagaciones-de-una-poulain.blogspot.mx/2016/03/a-long-way-gone-ishamel-beah-resena.html

Quiero contarles algo sobre Sierra Leona. La mayoría habrá oído del país porque es un país africano en donde hubo una guerra muy sangrienta en donde peleaban niños armados con AK-47s hasta arriba de drogas, comandados por gente que les decía que era la única manera de vengar a sus familias o a sus muertos. O la mayoría sabrá que existe un país que se llama Sierra Leona porque allí hay diamantes. O ni eso. La verdad es que solemos englobar a Africa como un sólo país casi siempre, o a sus habitantes como un sólo tipo de personas.

Sierra Leona es un país relativamente joven. Obtuvo su independencia en 1961, como muchos otros países africanos. En 1992, después de años de inestabilidad política y descontento de los tenme, que no veían con buenos ojos a los criollos en el gobierno, hubo un golpe de estado y empezó la guerra. El Frente Unido Revolucionario, compuesto principalmente por personas de los grupos étnicos de los temnés, se levantó en armas y todo el país entró en caos. Ishamel Beah cuenta la historia, pero no se detiene mucho en ella porque después de todo la guerra es la guerra, dan igual los motivos que hayan llegado a ella. La gente muere, se cometen atrocidades y, si hablamos de África especialmente, los niños acaban cargando armas y luchando como soldados.

Ese fue el destino de Ishamel Beah, también. Tira de sus recuerdos y escribe. Recuerda lo que vio y como lo vio. Recuerda el miedo de la gente, a su familia, de la que se vio separado. A su hermano, con el que sobrevivió bastante tiempo hasta que los rebeldes los obligaron a separarse. Los amigos que encontró mientras estuvo solo y que después se unieron con él a las fuerzas rebeldes. Los muertos ocurren página tras página sin que Ishmael pueda ponerles nombre, pero si les pone cara y sufrimiento. Las muertes se vuelven algo personal en el libro porque sabes que ocurrieron en alguna parte de verdad y alguien las guardó para siempre en sus recuerdos sin poder olvidarlas para poder vertirlas en este libro.

Ishmael habló en un congreso de la ONU sobre los niños soldados y cómo no eran un caso perdido. Se usó de ejemplo para demostrar que podían ser rehabilitados. En su libro se puede notar la frustración que sintió (quizá aun siente) cuando en todas las aldeas le daban la espalda solo por ser un niño. Como no importaba que no tuviera un arma en las manos, de todos modos lo consideraban peligroso. No sé él, pero para mí eso sólo me llevó a pensar que, poco a poco, sin darle opciones, lo empujaron hasta las fueras rebeldes que se aprovecharon de la desaparición de su familia y de su hermano para asegurarle que podría vengarlos y lo convirtieron en un soldado. La historia es desgarradora. Va desde que la guerra tocó personalmente a la puerta de su casa hasta su huída de Sierra Leona, cuando la guerra volvió a estallar después de que él hubiera dejado un centro de rehabilitación. Decidió que era suficiente cuando vio morir a su tío y supo que no podía quedarse allí o iba a morir.

La estructura del libro cambia conforme el libro avanza. Ishmael Beah empieza a contar la historia cronologicamente, como la recuerda. Nos adelanta algunas cosas y algunas escenas, pero la historia va cronológica más o menos hasta su tiempo como niño soldado, donde parece que hace un salto abrupto y va intercalando las escenas como las va recordando. Es el tiempo más confuso, quizá porque abusó de las drogas para poder soportar la guerra, la pelea y sobreponerse a lo que estaba haciendo y lo que los demás estaban haciendo. A long way gone es un libro difícil precisamente porque sabes qué es una historia real y que los que van a sufrir no son los que empezaron la guerra. Ellos estaban hasta arriba y probablemente sólo murieron hasta el final o fueron enjuiciados (aunque después del segundo conflicto a algunos se les garantizó el perdón); los que más sufrieron la guerra fueron los campesinos, los pobres, las mujeres, los niños.

Este es, al final del día, un libro necesario. Porque por más que nos hablen de los conflictos africanos y lo mucho que sufren los niños en las filas de los ejércitos, nunca sabremos exactamente lo que significa ser un niño soldado. Ishamel Beah sí lo sabe. Él estuvo allí y consiguió escapar. Definitivamente recomiendo el libro porque, libros como este, hay pocos.

http://divagaciones-de-una-poulain.blogspot.mx/2016/03/a-long-way-gone-ishamel-beah-resena.html

Quiero contarles algo sobre Sierra Leona. La mayoría habrá oído del país porque es un país africano en donde hubo una guerra muy sangrienta en donde peleaban niños armados con AK-47s hasta arriba de drogas, comandados por gente que les decía que era la única manera de vengar a sus familias o a sus muertos. O la mayoría sabrá que existe un país que se llama Sierra Leona porque allí hay diamantes. O ni eso. La verdad es que solemos englobar a Africa como un sólo país casi siempre, o a sus habitantes como un sólo tipo de personas.

Sierra Leona es un país relativamente joven. Obtuvo su independencia en 1961, como muchos otros países africanos. En 1992, después de años de inestabilidad política y descontento de los tenme, que no veían con buenos ojos a los criollos en el gobierno, hubo un golpe de estado y empezó la guerra. El Frente Unido Revolucionario, compuesto principalmente por personas de los grupos étnicos de los temnés, se levantó en armas y todo el país entró en caos. Ishamel Beah cuenta la historia, pero no se detiene mucho en ella porque después de todo la guerra es la guerra, dan igual los motivos que hayan llegado a ella. La gente muere, se cometen atrocidades y, si hablamos de África especialmente, los niños acaban cargando armas y luchando como soldados.

Ese fue el destino de Ishamel Beah, también. Tira de sus recuerdos y escribe. Recuerda lo que vio y como lo vio. Recuerda el miedo de la gente, a su familia, de la que se vio separado. A su hermano, con el que sobrevivió bastante tiempo hasta que los rebeldes los obligaron a separarse. Los amigos que encontró mientras estuvo solo y que después se unieron con él a las fuerzas rebeldes. Los muertos ocurren página tras página sin que Ishmael pueda ponerles nombre, pero si les pone cara y sufrimiento. Las muertes se vuelven algo personal en el libro porque sabes que ocurrieron en alguna parte de verdad y alguien las guardó para siempre en sus recuerdos sin poder olvidarlas para poder vertirlas en este libro.

Ishmael habló en un congreso de la ONU sobre los niños soldados y cómo no eran un caso perdido. Se usó de ejemplo para demostrar que podían ser rehabilitados. En su libro se puede notar la frustración que sintió (quizá aun siente) cuando en todas las aldeas le daban la espalda solo por ser un niño. Como no importaba que no tuviera un arma en las manos, de todos modos lo consideraban peligroso. No sé él, pero para mí eso sólo me llevó a pensar que, poco a poco, sin darle opciones, lo empujaron hasta las fueras rebeldes que se aprovecharon de la desaparición de su familia y de su hermano para asegurarle que podría vengarlos y lo convirtieron en un soldado. La historia es desgarradora. Va desde que la guerra tocó personalmente a la puerta de su casa hasta su huída de Sierra Leona, cuando la guerra volvió a estallar después de que él hubiera dejado un centro de rehabilitación. Decidió que era suficiente cuando vio morir a su tío y supo que no podía quedarse allí o iba a morir.

La estructura del libro cambia conforme el libro avanza. Ishmael Beah empieza a contar la historia cronologicamente, como la recuerda. Nos adelanta algunas cosas y algunas escenas, pero la historia va cronológica más o menos hasta su tiempo como niño soldado, donde parece que hace un salto abrupto y va intercalando las escenas como las va recordando. Es el tiempo más confuso, quizá porque abusó de las drogas para poder soportar la guerra, la pelea y sobreponerse a lo que estaba haciendo y lo que los demás estaban haciendo. A long way gone es un libro difícil precisamente porque sabes qué es una historia real y que los que van a sufrir no son los que empezaron la guerra. Ellos estaban hasta arriba y probablemente sólo murieron hasta el final o fueron enjuiciados (aunque después del segundo conflicto a algunos se les garantizó el perdón); los que más sufrieron la guerra fueron los campesinos, los pobres, las mujeres, los niños.

Este es, al final del día, un libro necesario. Porque por más que nos hablen de los conflictos africanos y lo mucho que sufren los niños en las filas de los ejércitos, nunca sabremos exactamente lo que significa ser un niño soldado. Ishamel Beah sí lo sabe. Él estuvo allí y consiguió escapar. Definitivamente recomiendo el libro porque, libros como este, hay pocos.
dark emotional funny informative reflective sad tense fast-paced

His references to the natural world's connection to his identity and attitude are powerful, and his language is so clear and imbued with wisdom and gratitude that's astounding
adventurous dark emotional inspiring reflective tense medium-paced

This book was good, but not everything that I had expected. I think I wanted more out of it, and it ends REALLY abruptly with little resolution. However, it does provide some insight into the world of child soldiers and the atrocitites of civil wars.

Everyone should hear his story.
dark emotional inspiring sad fast-paced

One of my favorite biography i've ever read. Gives you a different perspective in hardship, sense of self and loss. 

A moving first hand account of the horrors of war as experienced by a child in the middle of it.

Beah provides an unvarnished look into the topic of man's inhumanity to man as seen (and acted out) by young men in Sierra Leone's protected 1990's civil war. While this memoir and the events that have transpired in Sierra Leone over the past two decades ultimately provides some cause for hope, the author makes it clear that ANY country can fall into chaos and disorder if corruption and governmental abuse are not kept in check.

Beah spent the day at West Point on 13 April 2010. His remarks to cadets have left an indelible mark on their collective psyches. These cadets have been forever-changed for they will long remember the words of this soft-spoken and eloquent former boy soldier.

How lucky I am, to live where I do and not be touched personally by bloody inhuman war. How horrible that my country's selected President lied us into one. This book is difficult to read. Some say it is not accurate, story here. Of course it isn't completely accurate, the boy was a child when he lost his family and had to become a soldier or die.

I could not read this book for more than 30-50 pages at a time. It is too graphic and bloody. War is irrational; war disturbs me. I profoundly believe that healthy minds and hearts would never choose war. That is why I am a pacifist. I cannot and I will not close my heart to the awful descriptions of attacked villages. So I finished the book. It did help to know that the book had to have a happy ending: he lived to move to New York and write it.

UPDATE after book group discussion:
One person was a student who needed to write a paper on themes found in the book. As a group we then tended to notice a theme when it cropped up, and that helped me like the book more, because it drew my attention to elements that were not about the violence. Themes we mentioned besides war and anger: storytelling; love; family; finding family; trust; surviving with the help of Shakespeare and rap music.