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Sólo Enric González (este es el último libro suyo que me faltaba por leer, y voy a echar de menos sus libros) puede convertir un asunto tan aparentemente banal como la crónica dominical del fútbol en Italia en un fresco de la condición humana pintado con una brocha futbolera.
Enric manda sus crónicas, que pueden hablar de fútbol, sí, pero que también hablan de política, arte, literatura, cine y lo que le venga en gana al autor en ese momento.
No diré nada más, salvo que el libro es una obra maestra del ensayo, que dice que va de fútbol pero que va de mucho más. Y les regalo una cita.
El fútbol, como la vida, está lleno de tiempo-basura. Como la vida, el fútbol se descompone al final en un puñado de momentos brillantes. El resto es un vago malestar: fenómenos metabólicos, estadísticas, humo. Y, sin embargo, ni el fútbol ni la vida son mal negocio. Hay momentos que duran para siempre.
El sábado, poco después de las diez de la noche, uno de esos momentos iluminó el calcio. [...]
Enric manda sus crónicas, que pueden hablar de fútbol, sí, pero que también hablan de política, arte, literatura, cine y lo que le venga en gana al autor en ese momento.
No diré nada más, salvo que el libro es una obra maestra del ensayo, que dice que va de fútbol pero que va de mucho más. Y les regalo una cita.
El fútbol, como la vida, está lleno de tiempo-basura. Como la vida, el fútbol se descompone al final en un puñado de momentos brillantes. El resto es un vago malestar: fenómenos metabólicos, estadísticas, humo. Y, sin embargo, ni el fútbol ni la vida son mal negocio. Hay momentos que duran para siempre.
El sábado, poco después de las diez de la noche, uno de esos momentos iluminó el calcio. [...]