A review by diegodelgom
La serora: la cicatriz del Norte by Nahikari Diosdado, Nahikari Diosdado

adventurous dark emotional funny mysterious reflective tense medium-paced

4.5

Dios es solo una excusa, a quien verdaderamente venera la Inquisición es al patriarcado. Al menos en el universo creado por Nahikari Diosdado en 'La serora' -aunque tengo pocas dudas de que en la realidad también era así-.

Esta Euskal Herria del siglo XVI está rígidamente dominada por una moral religiosa que impone una disciplina férrea, en particular en el caso de las mujeres. En este contexto se nos presenta a Andone, una mujer entrada en años que pertenece al gremio de las seroras: trabajadoras de la iglesia que se encargan de administrar ermitas e iglesias, así como de mantener el orden y la convivencia en las poblaciones donde viven. A través de su actividad vamos conociendo al resto de personajes principales, con tres capítulos iniciales que podrían verse como relatos independientes cuya función es presentarnos a María, Olmo e Isabel; pero también al zezengorri, los galtzagorri y el inguma, criaturas de la mitología euskaldun escritas con gran habilidad. Más adelante nos toparemos con otras como las lamias o el tántalo.

A partir del cuarto capítulo, la estructura formal cambia y comienza el cuerpo de la novela, ya con una organización narrativa con continuidad que va recogiendo y cohesionando algunos hilos argumentales que la autora fue tendiendo en los tres primeros pasajes.

Uno de los puntos fuertes de la novela es su preciosismo a la hora de describir las escenas, con una prosa muy sugerente que me ha llenado de ganas de teletransportarme a esos lugares y acompañar a nuestra expedición en sus aventuras. Sin embargo, lo que me hace recomendar encarecidamente 'La serora' es el retrato que Nahikari Diosdado dibuja de una sociedad encorsetada por la opresión sexual y de género.

La iglesia es un mero instrumento disciplinador al servicio de la dominación masculina heterosexual, y la Inquisición es su punta de lanza afilada y fundamentalista. Los supuestos dictados de dios pueden ser pisoteados sin ningún miramiento si lo hace un hombre con el objetivo de perpetuar el orden social existente, mientras que las siervas más devotas pueden ser equiparadas con brujas si suponen una amenaza al privilegio patriarcal, aunque estén cumpliendo escrupulosamente el mandato divino.

Vivan las seroras, vivan las brujas.