A review by llevamoselfuego
Crash by J.G. Ballard

5.0

J.G Ballard, ese poeta de la mala leche y la ficción especulativa, que saltó más allá de la ciencia ficción para mostrarles a sus lectores que aquel futuro horrible y distópico que tanto temían ya estaba sucediendo en sus propias narices, ejecuta con Crash una terrible profecía sobre la alienación en la que nos envuelve la rutina, sacándonos de nuestra propia humanidad.

Un accidente automovilístico lleva a un guionista de televisión, el mismo Ballard, a la órbita de un grupo de personas obsesionadas con los choques automovilísticos. Si Cronenberg (Que adaptó esta obra en 1996) habla en Videodrome (1983) de la “nueva carne”, Ballard la hace visible en las páginas de esta novela. La conjunción del hombre y la maquina es visceral. Sangre en el guardabarros, semen sobre el tablero. La vida solo existe como tal adentro del auto, afuera es un estado de sopor hasta volver a poner los brazos en el volante. Y no solo los brazos. Los cuerpos se fusionan mentalmente, se entremezclan con los bólidos hasta convertirse en uno. Las marcas de los accidentes sobre el cuerpo provocan nuevos órganos sexuales. Escoriaciones, marcas, heridas abiertas y cicatrizadas se convierten en zonas erógenas desde donde se obtiene un nuevo y oscuro placer.

Ballard y el resto, son fichas en el tablero de juego de Vaughan, un ex “científico del cine” devenido en profeta de la autopista que hace y deshace a su antojo, en una orgía de relaciones y desengaños repleto de autos destrozados y muerte. Como escribiría años después Chuck Palahniuk en “Rant”, uno de sus mejores libros: los tullidos, los heridos, los que lleven el sello en la frente de los siniestros en la carretera, son los que están verdaderamente vivos, más allá de un mundo de precauciones y señales que no hacen más que alienarnos y restringirnos de la verdad suprema: un accidente que nos funda en un mismo organismo con nuestro auto y nos haga trascender a una nueva humanidad.

Siniestro y repulsivo pero sumamente erótico y caliente, Ballard evoca, como siempre, los lugares más oscuros en las grietas que van formándose a través de la rutina y la automatización en nuestra sociedad. Allí donde creemos que las reglas son claras y todos ejecutamos una misma danza general, existen realidades que van más allá del más delirante surrealismo, donde los forajidos del sistema se congregan y mezclan en un baile prohibido entre la muerte, la velocidad, la gravedad y el deseo. Absolutamente controversial para su época, lo siniestro se mezcla con la disidencia del género, todos los cuerpos se unen en uno mismo, convertidos en mártires y profetas de una religión de cuatro ruedas.

Ballard comenzó como un autor de ciencia ficción del montón, irreconocible en una multitud de viajes espaciales y vida en otros planetas, pero poco a poco comenzó a forjar su propia oscura visión del futuro, un futuro que llegó hace rato y vivimos en carne propia. No existen las distopías, existe la cruda realidad y en los recovecos más abismales de nuestro presente, la ficción especulativa de James Graham Ballard es suprema.