A review by fuchsia_groan
Clea by Lawrence Durrell

5.0

Por distintas razones me es complicado escribir un comentario sobre El cuarteto de Alejandría. Los recuerdos de las novelas, las reflexiones en ellas escritas y las que yo he hecho a mi vez, las relaciones entre los personajes y las mías propias, las conversaciones que he mantenido y las que he leído... todo se entremezcla en mi mente de una manera que vista desde fuera podría resultar extraña. El cuarteto ha pasado a formar parte de mi vida como ningún libro lo había hecho antes.

Muchas veces se escuchan afirmaciones del tipo "este libro me ha cambiado la vida". Nunca me ha ocurrido, tampoco en esta ocasión. Al contrario: mi vida ha marcado el cuarteto, mis experiencias le han dado una nueva dimensión. La lectura enriquece al que lee, sin duda, pero no es menos cierto lo contrario: la vida enriquece inmensamente la lectura. Y este es el motivo por el que estas cuatro novelas han pasado directamente a mi lista de favoritos: porque me han hablado de mí misma, he sentido que, de un modo insólito, se dirigían directamente a mí.

No escribo para aquellos que jamás se han preguntado en qué punto comienza la vida real.

Muchas veces me he preguntado cuándo llegaría, qué sería exactamente ese punto, ese suceso con el que todo comienza, con el que todo cobra al fin algo de sentido: la aparición de una persona, la toma de una decisión difícil, un acontecimiento fortuito, el conseguir dejar atrás ciertas cosas, la persecución de un sueño que una vez alcanzado lo cambiará todo... siempre algo futuro, algo incierto, algo que seguramente cuando llega no es del todo suficiente. Quizás todo sea mucho más sencillo. Quizás ese punto que lo cambia todo es algo interno, algo íntimo que supone una perturbación, un despertar, una sacudida tras la que ya no hay marcha atrás. Puede ser a través de esa persona nueva, de un sentimiento que nace y no esperabas, cualquier cosa, pero es siempre una transformación interna. La "vida real" empieza quizás en el momento en que uno comienza a encontrarse a sí mismo, una búsqueda que una vez empieza no termina nunca: Crecer lleva toda una vida. La gente ya no tiene paciencia.

Para Durrell el amor tiene una importancia fundamental en todo esto. No le llevaré la contraria: De pronto, sentí que todo cambiaba, se aligeraba, se ponía en movimiento. Me sentía débil, casi enferma. Estaba perpleja. Más tarde, poco a poco, se fue abriendo un claro. Era una sensación como la de escapar a una mano paralizada.

El cuarteto de Alejandría es fundamentalmente una búsqueda. La política del amor, las intrigas del deseo, el bien y el mal, la virtud y el capricho, el amor y el crimen... las conspiraciones y contraconspiraciones. Pero sobre todo de dos cosas:

Por un lado, de la verdad, de lo que es real y lo que no: Vivimos –escribe Pursewarden– vidas que se basan en una selección de hechos imaginarios. Nuestra visión de la realidad está condicionada por nuestra posición en el espacio y en el tiempo, no por nuestra personalidad, como nos complacemos en creer. Por eso toda interpretación de la realidad se funda en una posición única. Dos pasos al este o al oeste, y todo el cuadro cambia.

“Recrear la realidad”, escribí en alguna parte; palabras temerarias y presuntuosas, por cierto, pues es la realidad la que nos crea y recrea en su lenta rueda.

Esta búsqueda de la verdad afecta incluso a la estructura de las novelas (tres lados de espacio, Justine, Balthazar, Mountolive, y uno de tiempo, Clea): Supongo (escribe Balthazar) que si usted decidiera incorporar ahora a su propio manuscrito sobre Justine lo que le estoy diciendo, se encontraría en presencia de un libro curioso; la historia sería narrada, por así decirlo, en estratos. ¡Sin quererlo le he proporcionado una forma fuera de lo común! No está lejos de la idea de Pursewarden sobre una serie de novelas que fueran como “paneles corredizos”, así los llamaba. O quizá como un palimpsesto medieval en el cual se consignan verdades diferentes, unas sobre otras, las unas suprimiendo o quizá completando las otras.

Por otro lado, como decía, la búsqueda de uno mismo, de la "vida real", que aquí se realiza en su mayor parte a través del amor, planteado como necesidad, algo de lo que no podemos escapar, que forma parte del aprendizaje para llegar a conocernos profundamente, alcancemos o no finalmente ese Amor.

Desde esos amores que separan (vínculos más estrechos, que, aunque parezca paradójico, separan más de lo que unen, cosa que la ilusión humana se niega a reconocer), que tratan de algún modo de esclavizar al otro y a quien esclavizan en realidad es a uno mismo (la necesidad de poseer, si no es satisfecha, transforma en poseído al propio espíritu), que convierten a la persona amada en lo que no es, en un objeto idolatrado, para, si el amor se termina, convertirla de nuevo en otra cosa, algo ajeno, puede que incluso desagradable.

Nuestro tema, Hermano Asno, es el mismo, siempre e irremediablemente el mismo; te deletreo la palabra: a-m-o-r, cuatro letras, cada letra un volumen. ¡El point fable de la psique humana, la verdadera raíz del carcinoma máximo!

Pero ya un personaje avisa desde el principio: En el amor hay algo que no llamaré imperfecto, porque la imperfección está en nosotros, pero sí algo que no hemos comprendido. (…) Puede presentarse en infinidad de formas, y volcarse en una infinidad de personas. Quizás eso que no hemos comprendido es que es todo mucho más sencillo de lo que imaginamos, que es algo tan fácil como navegar en un bote o zambullirse en aguas profundas.

Que lo único que hemos de buscar es ser figuras estáticas de un cuadro olvidado, saboreando sin prisa la dicha concedida a los seres destinados a gozarse mutuamente sin reservas ni autodesprecio, sin los premeditados ropajes del egoísmo, las limitaciones inventadas del amor humano.

Que quizás algún día comprenderemos que basta con el amor, despojado al fin de todos esos otros sentimientos que lo empañan, lo distorsionan y nos lastiman, los celos, la posesión y el egoísmo, que amor es eso, amor, y que puede llegar a darnos justamente lo contrario de lo que creíamos: nada más y nada menos que el júbilo de una libertad totalmente desconocida, que puede llegar a convertirse en nuestro sitio, por primera vez me parecía natural encontrarme donde me encontraba, un sentimiento que nunca separa: "Por más cerca que deseamos estar de la criatura amada, así, tan separados permanecemos siempre", escribe Arnauti. Aquella frase no reflejaba ya nuestra verdad.

Que el amor es, simplemente, un refugio de felicidad animal que ninguna palabra podrá expresar jamás.

Toda lectura, especialmente cuando estamos ante una gran obra como esta de Durrell, es una experiencia personalísima. Por eso, aunque creo que objetivamente los dos primeros tomos son los que realmente podemos considerar obras maestras, siendo los dos siguientes muy buenos, tengo que darle ahora la máxima calificación a Clea. Abro la novela, leo la última frase y recuerdo incluso qué estaba haciendo exactamente cuando la terminé, un lunes de julio por la tarde. Y sentí que el Universo entero me daba un abrazo.