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A review by _luchii_
El trono de los caídos by Kerri Maniscalco
3.0
El trono de los caídos: Príncipes demoníacos, un romance desatado y... ¿demasiada piel en juego?
Kerri Maniscalco vuelve a sumergirnos en su oscuro y seductor universo, esta vez de la mano del Príncipe de la Envidia. Después de darnos una buena dosis de demonios con Wrath en El Reino de los Malditos , nos encontramos en los Siete Círculos con su hermano Envy, que viene con más drama, intriga... y, por supuesto, desnudos gratuitos. Porque, claro, ¿qué sería de una historia de demonios si no tuviera charlas sobre lo increíblemente excitados que están? Plot twist: no estábamos hablando de Lust, sino de Envy. Detalles.
La trama de Envy y Camilla se nos presenta como un libro "adulto". Y no, no es por la complejidad psicológica de sus personajes o el profundo desarrollo emocional entre ellos, sino por los interminables encuentros apasionados que aparecen cada pocas páginas. Obviamente, cuando tu reino se desmorona a tu alrededor, lo más lógico es centrarte en una tórrida escena con la misteriosa Camilla. ¿Problemas de poder? ¿Intrigas palaciegas? No, aquí la única preocupación parece ser cuándo y dónde se quitarán la ropa de nuevo.
De verdad, quería amar este libro. Me encantaron Thomas y Audrey Rose en la serie de Jack el Destripador, y el tira y afloja entre los protagonistas siempre ha sido uno de los fuertes de Maniscalco. Pero en 666 páginas (ah, el guiño infernal), lo que podía haber sido una rica trama llena de política feérica, secretos oscuros y pasado tormentoso, terminó siendo una versión extensa de "tensión sexual no resuelta". Me pregunto si Envy alguna vez se acordó de que no es el Príncipe de la Lujuria.
El intento de incluir complejidades emocionales también se queda a medias. ¿Hay química entre Envy y Camilla? Bueno, si nos basamos solo en la parte física, claro que sí. Pero la profundidad emocional, esa que podría haber llevado esta relación a otro nivel, apenas se asoma. Al menos podemos agradecer que Camilla no sea del tipo que se deja intimidar fácilmente. La chica sabe dar batalla, y ver a un Príncipe de la Envidia arrodillarse por un comentario bien afilado siempre es un buen espectáculo. Ahí hay una dinámica interesante... lástima que se pierde entre tanto vapor.
Lo que sí, hay que darle a Maniscalco el mérito de saber construir atmósferas. La Casa de Envy suena arquitectónicamente fascinante, y las descripciones logran hacerte sentir en medio de ese opulento caos infernal. Incluso se suman vampiros y faes para darle un toque extra de complejidad a la trama. Lástima que apenas aparecen hasta el final, porque antes de eso, estamos demasiado ocupados cruzando estanques desnudos para mantenerlos a raya.
Por último, lo que más disfruté fue la dinámica entre los príncipes del infierno, especialmente Sloth en sí mismo. El exceso y el drama entre hermanos infernales fue, sin duda, un respiro divertido en medio de tanta pasión forzada. ¿Leeré el segundo libro? Quién sabe. Puede que reaparezca cuando el Príncipe de la Pereza sea el protagonista y, con suerte, haya menos piel y más intriga. O al menos un poco de pausa entre tanto frenesí.
Kerri Maniscalco vuelve a sumergirnos en su oscuro y seductor universo, esta vez de la mano del Príncipe de la Envidia. Después de darnos una buena dosis de demonios con Wrath en El Reino de los Malditos , nos encontramos en los Siete Círculos con su hermano Envy, que viene con más drama, intriga... y, por supuesto, desnudos gratuitos. Porque, claro, ¿qué sería de una historia de demonios si no tuviera charlas sobre lo increíblemente excitados que están? Plot twist: no estábamos hablando de Lust, sino de Envy. Detalles.
La trama de Envy y Camilla se nos presenta como un libro "adulto". Y no, no es por la complejidad psicológica de sus personajes o el profundo desarrollo emocional entre ellos, sino por los interminables encuentros apasionados que aparecen cada pocas páginas. Obviamente, cuando tu reino se desmorona a tu alrededor, lo más lógico es centrarte en una tórrida escena con la misteriosa Camilla. ¿Problemas de poder? ¿Intrigas palaciegas? No, aquí la única preocupación parece ser cuándo y dónde se quitarán la ropa de nuevo.
De verdad, quería amar este libro. Me encantaron Thomas y Audrey Rose en la serie de Jack el Destripador, y el tira y afloja entre los protagonistas siempre ha sido uno de los fuertes de Maniscalco. Pero en 666 páginas (ah, el guiño infernal), lo que podía haber sido una rica trama llena de política feérica, secretos oscuros y pasado tormentoso, terminó siendo una versión extensa de "tensión sexual no resuelta". Me pregunto si Envy alguna vez se acordó de que no es el Príncipe de la Lujuria.
El intento de incluir complejidades emocionales también se queda a medias. ¿Hay química entre Envy y Camilla? Bueno, si nos basamos solo en la parte física, claro que sí. Pero la profundidad emocional, esa que podría haber llevado esta relación a otro nivel, apenas se asoma. Al menos podemos agradecer que Camilla no sea del tipo que se deja intimidar fácilmente. La chica sabe dar batalla, y ver a un Príncipe de la Envidia arrodillarse por un comentario bien afilado siempre es un buen espectáculo. Ahí hay una dinámica interesante... lástima que se pierde entre tanto vapor.
Lo que sí, hay que darle a Maniscalco el mérito de saber construir atmósferas. La Casa de Envy suena arquitectónicamente fascinante, y las descripciones logran hacerte sentir en medio de ese opulento caos infernal. Incluso se suman vampiros y faes para darle un toque extra de complejidad a la trama. Lástima que apenas aparecen hasta el final, porque antes de eso, estamos demasiado ocupados cruzando estanques desnudos para mantenerlos a raya.
Por último, lo que más disfruté fue la dinámica entre los príncipes del infierno, especialmente Sloth en sí mismo. El exceso y el drama entre hermanos infernales fue, sin duda, un respiro divertido en medio de tanta pasión forzada. ¿Leeré el segundo libro? Quién sabe. Puede que reaparezca cuando el Príncipe de la Pereza sea el protagonista y, con suerte, haya menos piel y más intriga. O al menos un poco de pausa entre tanto frenesí.