A review by firvida
Jill by Philip Larkin

emotional sad medium-paced
  • Plot- or character-driven? Character
  • Strong character development? No
  • Loveable characters? It's complicated
  • Flaws of characters a main focus? Yes

4.0

Lo bueno de leer clásicos, aunque sean clásicos modernos, es la cura de humildad que suponen para el presente. Tendemos a creer, aquí y ahora, que solo nuestra generación ha sentido según qué emociones, o experimentado según qué cosas, y solemos mirar el pasado con ese aire condescendiente, prepotente y ególatra que da el estar vivo. Jill es esa clase de novela que viene a recordarnos la atemporalidad, la universalidad y, por tanto, la falta de originalidad de la experiencia  humana, porque es una novela escrita en el año 45, ambientada en el primer trimestre de Oxford en  el 40, y fácilmente podría ser un relato contemporáneo, quitando los avances tecnológicos actuales. Los sentimientos de John, su inseguridad, su inmadurez, su ineptitud social, su timidez y su vergüenza tocan todas las fibras sensibles del lector introvertido y, como ya me pasó con  Una chica en invierno, es muy fácil sentir a John una parte de ti trasladada a un papel de ficción hace casi 80 años. Es algo de Philip Larkin que admiro y que me conmueve  muchísimo: la empatía y la humanidad con que reviste a sus personajes,  su capacidad de crear historias conmovedoras a partir de retazos de las experiencias más mundanas y cotidianas del ser humano. Aquí no hay una gran trama, y de hecho el libro acaba un poco in media res. Observamos solo el tortuoso camino de adaptación a la universidad de un joven tímido, algo anodino y extremadamente inseguro, y cómo el fracaso de esa adaptación le lleva a crear un mundo y una mujer de fantasía que no son más que una ayuda para superar un día a día que puede con él. Hay situaciones y  pensamientos de John que casi puedo trasladar a mi vida de juventud  en algún momento, sin ser yo ningún chaval de 18 años en su primer año en Oxford, y creo que eso solo lo pueden o saben hacer los buenos libros. Dice el autor en el prólogo que no  pretendía escribir sobre las diferencias sociales, que le salió de manera inintencionada, pero verdaderamente es un tema esencial: en contraposición a John, tenemos a Cristopher  y su panda de  niñatos chicos ricos y privilegiados que se pasan el día fumando y borrachos, no solo no aceptando a John en su seno, sino directamente impidiéndole el paso, a  veces de manera clara y directa, a veces de manera más sibilina. En todas y cada una de estas ocasiones, un John derrotado se ve obligado a cavar un poco más hondo el pozo de su soledad. 
Sin gustarme tanto como Una chica en invierno, lo cierto es que he devorado Jill, he tenido que parar su lectura en ocasiones para mirar al techo por lo certero de la descripción de los sentimientos de John y, de haber más novelas completas de Philip Larkin, me las bebería como uno de mis escritores ingleses favoritos que es.