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A review by idesthai
No dejar que se apague el fuego by Miriam Toews
4.0
Tres generaciones de mujeres de ascendencia rusa y pasado fuertemente religioso conviven y se sacan de quicio unas a otras y se reconcilian y hablan las cosas y ríen y lloran y son tan, tan diferentes… y a la vez tan similares.
Qué rarito y caótico me ha resultado el inicio del libro, pero de qué manera tan efectiva y sutil me ha atrapado en sus redes. Nuestra narradora aquí es Swiv, una niña que vive con su madre embarazada y su achacosa abuela y a la que han expulsado del colegio. Por ello, se queda en casa con su abuela y aprende grandes lecciones de vida y de matemáticas, aunque no de la manera en que se las enseñarían en una escuela al uso.
Creo que mi cosa favorita del libro es que durante toda la primera parte se te presenta la cotidianidad de la familia, especialmente de la relación entre Swiv y su abuela, que pasan todo el día juntas mientras que la madre tiene que ir a trabajar. De alguna manera, aunque sabes que la situación es un poco marciana —el padre que se ha ido pero nadie le dice exactamente por qué a Swiv, la madre que tan pronto está contentísima como de bajona total, un historial familiar de problemas de salud mental terminados en suicidio, la abuela que tiene una personalidad arrebatadora y luminosa pero está objetivamente muy mal de salud, y la propia Swiv, que debería estar en el colegio pero no lo está —, te acostumbras por completo a ella, olvidas que en ningún momento se te ha especificado la edad de Swiv y te dejas llevar por las rocambolescas historias de la abuela que poco a poco te desvelan el pasado familiar. Y entonces pasas a la parte dos, donde un viaje rompe esa cotidianidad y de pronto te das cuenta de que no sabes cuántos años tiene Swiv, pero probablemente sean menos de los que has terminado imaginando; de pronto comprendes que es una niña pequeña cargando ella sola con responsabilidades muy serias y totalmente atenazada por el miedo a que los problemas de salud mental que padecieron su abuelo y su tía afecten también a su madre hasta el punto de suicidarse .
Por lo menos, en esa familia el amor es incondicional y la comunicación es buena. Se quieren, se apoyan y son capaces de hablar, aunque al principio les cueste, de las cosas traumáticas que han vivido desde generaciones atrás. Swiv no está bien, aunque intente aparentar que sí, es que Swiv no puede estar bien, dada la situación. Pero lo estará, de eso no me cabe la menor duda.
«Tu madre es una luchadora. Las tres lo somos. Somos una familia de luchadoras.»
Qué rarito y caótico me ha resultado el inicio del libro, pero de qué manera tan efectiva y sutil me ha atrapado en sus redes. Nuestra narradora aquí es Swiv, una niña que vive con su madre embarazada y su achacosa abuela y a la que han expulsado del colegio. Por ello, se queda en casa con su abuela y aprende grandes lecciones de vida y de matemáticas, aunque no de la manera en que se las enseñarían en una escuela al uso.
«Si se tarda cinco años en matar a un tipo con rezos y si se necesita que recen seis personas todos los días, entonces ¿cuántas plegarias de mujeres indignadas que se tiran cinco años rezando todos los días hacen falta para matar a un hombre a fuerza de rezar?»
Creo que mi cosa favorita del libro es que durante toda la primera parte se te presenta la cotidianidad de la familia, especialmente de la relación entre Swiv y su abuela, que pasan todo el día juntas mientras que la madre tiene que ir a trabajar. De alguna manera, aunque sabes que la situación es un poco marciana —
Por lo menos, en esa familia el amor es incondicional y la comunicación es buena. Se quieren, se apoyan y son capaces de hablar, aunque al principio les cueste, de las cosas traumáticas que han vivido desde generaciones atrás. Swiv no está bien, aunque intente aparentar que sí, es que Swiv no puede estar bien, dada la situación. Pero lo estará, de eso no me cabe la menor duda.
«Tienes fuego por dentro y tu trabajo consiste en no dejar que se apague.»