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Hay un encanto especial en cómo Banana Yoshimoto puede convertir ambientes triviales y convencionales en atmósferas llenas de simbolismos con una fuerte carga emocional. Confieso que en dos de los tres libros que he leído de ella me ha hecho llorar (Kitchen y este) pero en los tres ha tocado fibras que me han conmovido profundamente.
En este relato (el ciento uno, acaso) es notorio cómo llega a ser más importante la atmósfera en la que te va envolviendo que la misma historia. Y aún cuando el tema de la muerte, la desolación, el suicido, son temas constantes, como suele ser común en los japoneses, siempre se vislumbra un aire optimista de que al final todo estará bien.
Por último diré, con toda la subjetividad que eso implica, algunos son fans de Murakami, yo lo soy de Yoshimoto, .
En este relato (el ciento uno, acaso) es notorio cómo llega a ser más importante la atmósfera en la que te va envolviendo que la misma historia. Y aún cuando el tema de la muerte, la desolación, el suicido, son temas constantes, como suele ser común en los japoneses, siempre se vislumbra un aire optimista de que al final todo estará bien.
Por último diré, con toda la subjetividad que eso implica, algunos son fans de Murakami, yo lo soy de Yoshimoto, .