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3.5
"El ser humano ha emprendido el viaje en busca de otros mundos, otras civilizaciones, sin haber conocido a fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos o sus oscuras puertas atrancadas".
Kris Kelvin es un psicólogo que llega a la estación de observación del planeta Solaris, ocupada solamente por tres científicos. Nada más aterrizar se encuentra con una situación más grave de lo que pensaba: el doctor Gibarian se ha suicidado y los otros dos presentan conductas erráticas y extrañas.
A medida que Kelvin comienza a investigar y a pasar más tiempo en la estación, la atmósfera se vuelve más opresiva para él, y comenzará a experimentar ciertas cosas que le harán dudar también de su propia cordura.
Creo que Solaris tiene un comienzo espectacular. Kelvin llega a un planeta que se lleva estudiando años, un planeta cubierto de un extraño mar plasmático que está catalogado como una gran entidad viva. Y sin embargo, a pesar de todos esos años de estudio y experimentación, se han producido muy pocos avances tanto en la comunicación como en la comprensión de esta forma de vida. Kelvin se encuentra como profesional a dos personas con indicios de psicosis en un planeta que apenas logra entender, a la vez que él mismo comienza a replantearse si lo que percibe es real.
Con ese principio tan claustrofóbico te puedes esperar una historia que tire un poquito más hacia el terror psicológico, pero a medida que vas sabiendo más cosas sobre Solaris te das cuenta de que el eje de la narración no va en esa dirección, y que enseguida se centra en el problema de la comunicación con una especie diferente.
En todo momento se habla de cómo el ser humano espera encontrarse en las estrellas ese contacto que podamos entender, un reflejo de nuestras capacidades y conocimientos, pero quizá no estemos tan preparados para asumir que, en caso de producirse ese contacto, quizá nunca seamos capaces de llevar a cabo una comunicación efectiva. Es en esa frustración en lo que se cimenta esta novela, en esas dificultades no solo en el lenguaje, sino en la comprensión básica de una especie inteligente tan distinta a la nuestra.
Tengo que decir que ese inicio tan potente me hizo esperarme de la novela ciertas cosas que luego no me dio. Eso fue un poquito decepcionante para mi, junto con algunos altibajos en el ritmo, pero tampoco me impidió disfrutar de la novela.
En muchas novelas de ciencia ficción se habla del "primer contacto", pero en no tantas se plantea un contacto en el que las especies no sean capaces de entenderse ni comunicarse en absoluto. Siempre tenemos esa visión de que al final la insistencia, la exploración, y el aprendizaje nos llevarán al entendimiento, pero... ¿Y si no es así? ¿Y si es totalmente imposible?
Termino "Solaris" con un buen sabor de boca, con muchísimas ganas de seguir leyendo otras obras del autor, y pudiendo decir que estamos ante otra novela del género que ha envejecido extraordinariamente bien, a pesar de separarnos ya más de 60 años de su primera publicación.
"El ser humano ha emprendido el viaje en busca de otros mundos, otras civilizaciones, sin haber conocido a fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos o sus oscuras puertas atrancadas".
Kris Kelvin es un psicólogo que llega a la estación de observación del planeta Solaris, ocupada solamente por tres científicos. Nada más aterrizar se encuentra con una situación más grave de lo que pensaba: el doctor Gibarian se ha suicidado y los otros dos presentan conductas erráticas y extrañas.
A medida que Kelvin comienza a investigar y a pasar más tiempo en la estación, la atmósfera se vuelve más opresiva para él, y comenzará a experimentar ciertas cosas que le harán dudar también de su propia cordura.
Creo que Solaris tiene un comienzo espectacular. Kelvin llega a un planeta que se lleva estudiando años, un planeta cubierto de un extraño mar plasmático que está catalogado como una gran entidad viva. Y sin embargo, a pesar de todos esos años de estudio y experimentación, se han producido muy pocos avances tanto en la comunicación como en la comprensión de esta forma de vida. Kelvin se encuentra como profesional a dos personas con indicios de psicosis en un planeta que apenas logra entender, a la vez que él mismo comienza a replantearse si lo que percibe es real.
Con ese principio tan claustrofóbico te puedes esperar una historia que tire un poquito más hacia el terror psicológico, pero a medida que vas sabiendo más cosas sobre Solaris te das cuenta de que el eje de la narración no va en esa dirección, y que enseguida se centra en el problema de la comunicación con una especie diferente.
En todo momento se habla de cómo el ser humano espera encontrarse en las estrellas ese contacto que podamos entender, un reflejo de nuestras capacidades y conocimientos, pero quizá no estemos tan preparados para asumir que, en caso de producirse ese contacto, quizá nunca seamos capaces de llevar a cabo una comunicación efectiva. Es en esa frustración en lo que se cimenta esta novela, en esas dificultades no solo en el lenguaje, sino en la comprensión básica de una especie inteligente tan distinta a la nuestra.
Tengo que decir que ese inicio tan potente me hizo esperarme de la novela ciertas cosas que luego no me dio. Eso fue un poquito decepcionante para mi, junto con algunos altibajos en el ritmo, pero tampoco me impidió disfrutar de la novela.
En muchas novelas de ciencia ficción se habla del "primer contacto", pero en no tantas se plantea un contacto en el que las especies no sean capaces de entenderse ni comunicarse en absoluto. Siempre tenemos esa visión de que al final la insistencia, la exploración, y el aprendizaje nos llevarán al entendimiento, pero... ¿Y si no es así? ¿Y si es totalmente imposible?
Termino "Solaris" con un buen sabor de boca, con muchísimas ganas de seguir leyendo otras obras del autor, y pudiendo decir que estamos ante otra novela del género que ha envejecido extraordinariamente bien, a pesar de separarnos ya más de 60 años de su primera publicación.