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ellioth_mess 's review for:
El Eternauta
by Héctor Germán Oesterheld
Una relectura nunca es una segunda lectura, sino una lectura nueva. Al Eternauta lo leí a los 13 años y mi memoria lo imbuyó de un montón de características que, en realidad, tenían más que ver con su segunda parte y con la militancia y (heroiquísimo en mi opinión) final del autor. Pero El Eternauta que todos conocemos es la historia autoconclusiva con final abierto del primer volumen, y en un ejercicio que seguramente tenga mucho más que ver con el gusto estético y una llegada más amplia al público general (no tanto por su tono político sino por el tipo de ciencia ficción bastante más pulp de su continuación) que a una suerte de intento de cerrar una supuesta grieta (que es la lucha de clases y nada más, digo, para algún incauto).
Dicho todo esto, en el volumen original que esta reedición presenta de El Eternauta, está mucho más presente la narrativa del maestro espiritual de Oesterheld, Robin Wood, que una abierta prédica social. Los valores del heroísmo, de la lucha sin cuartel, de la inteligencia por sobre el poder técnico y numérico, la protección del más débil, recubren como una gelatina un subtexto en el que los pueblos (y no solo nosotros, aunque queda claro que nos llevamos la peor parte y que el heroísmo de un hombre común tipo de clase media) se alían transversalmente entre clases para resistir a un poder devastador y cruel que primero ataca con la muerte y luego con el -literalmente- control mental.
Están presentes las alianzas y la unión nacional por una causa mayor. El sacrificio por los nuestros, pero sobre todo por los desconocidos congéneres (o nacionales), e incluso la solidaridad con aquellos conquistados que, azuzados por el miedo, ahora se vuelven contra nosotros.
Oesterheld no dejó el arte cuando agarró los fierros, porque entendía a la perfección (como lo entienden los poderes económicos también), que el arte y la cultura pop son un increíble arma que inclina apoyos a favor de uno u otro proyecto. Siguió dictando los guiones de la segunda parte acobachado en teléfonos públicos para que, desde la clandestinidad, su labor no parase. Y como suele pasar con estas cosas, no bastó con matarlo para que su obra dejase de rimbombar hasta el presente. Todo gracias a sus amigos, compañeros y simpatizantes de la lucha por la libertad.
Un clásico indiscutible, deberían adaptarlo a la pantalla, por ahí aflojándole al machismo paternalista y esas giladas que bien perdonamos de los años 57. Ojalá que no lo metan a Darín, me tiene harto verlo a Darín por todas partes haciendo siempre de Darín disfrazado de otra cosa.
Dicho todo esto, en el volumen original que esta reedición presenta de El Eternauta, está mucho más presente la narrativa del maestro espiritual de Oesterheld, Robin Wood, que una abierta prédica social. Los valores del heroísmo, de la lucha sin cuartel, de la inteligencia por sobre el poder técnico y numérico, la protección del más débil, recubren como una gelatina un subtexto en el que los pueblos (y no solo nosotros, aunque queda claro que nos llevamos la peor parte y que el heroísmo de un hombre común tipo de clase media) se alían transversalmente entre clases para resistir a un poder devastador y cruel que primero ataca con la muerte y luego con el -literalmente- control mental.
Están presentes las alianzas y la unión nacional por una causa mayor. El sacrificio por los nuestros, pero sobre todo por los desconocidos congéneres (o nacionales), e incluso la solidaridad con aquellos conquistados que, azuzados por el miedo, ahora se vuelven contra nosotros.
Oesterheld no dejó el arte cuando agarró los fierros, porque entendía a la perfección (como lo entienden los poderes económicos también), que el arte y la cultura pop son un increíble arma que inclina apoyos a favor de uno u otro proyecto. Siguió dictando los guiones de la segunda parte acobachado en teléfonos públicos para que, desde la clandestinidad, su labor no parase. Y como suele pasar con estas cosas, no bastó con matarlo para que su obra dejase de rimbombar hasta el presente. Todo gracias a sus amigos, compañeros y simpatizantes de la lucha por la libertad.
Un clásico indiscutible, deberían adaptarlo a la pantalla, por ahí aflojándole al machismo paternalista y esas giladas que bien perdonamos de los años 57. Ojalá que no lo metan a Darín, me tiene harto verlo a Darín por todas partes haciendo siempre de Darín disfrazado de otra cosa.