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A review by idesthai
The Garden of Time by J.G. Ballard
4.0
Es un relato corto, nada, apenas diez páginas leyéndolo en el móvil. Quería leerlo para poder ver los trajes de la Met Gala de este año y poder decir con conocimiento de causa si se ajustaban al tema o no. Ya está. Esa era mi única razón.
La historia es la de dos aristócratas que viven en una espléndida villa rodeada por jardines edénicos. Allí, entre arte y lujos, la pareja dedica sus días a pasear, escuchar música clásica y disfrutar del lujo, en general, ajenos al páramo yermo que se extiende más allá de los muros que delimitan su mundo. Sin embargo, cada atardecer, él se asoma a una terraza y comprueba que hay un «ejército» multitudinario que se dirige lenta pero inexorablemente hacia sus dominios. No es un ejército al uso, en realidad es sencillamente una multitud de gente común y corriente:
Para intentar frenar su avance, el conde arranca unas flores muy especiales que crecen en su jardín: las flores del tiempo. Son unas flores preciosas de cristal —en la Met Gala se han visto muchos motivos florales, algunos de ellos imitando este material— que tienen el poder de hacer retroceder el tiempo cuando son arrancadas de su planta. Pero el avance del «ejército» es inexorable y no hay suficientes flores de cristal en el jardín, en el mundo entero, como para impedir que acaben llegando a la villa.
Básicamente es una historia sobre gente rica que no duda ni un segundo en destruir algo hermoso si con ello consiguen vivir un solo día más en su burbuja de privilegio. Y es que el conde no se pregunta ni una sola vez —de manera deliberada por parte del autor, claro— quién es esa gente, por qué se dirigen hacia su casa, de dónde vienen, cuáles son esas cargas que les dificultan el avance… Nada, absolutamente nada. El único pensamiento que les dedica es «¿Qué puedo hacer para que paren y me dejen en paz?».
Una narrativa sencilla, pero muy simbólica y poderosa.
La historia es la de dos aristócratas que viven en una espléndida villa rodeada por jardines edénicos. Allí, entre arte y lujos, la pareja dedica sus días a pasear, escuchar música clásica y disfrutar del lujo, en general, ajenos al páramo yermo que se extiende más allá de los muros que delimitan su mundo. Sin embargo, cada atardecer, él se asoma a una terraza y comprueba que hay un «ejército» multitudinario que se dirige lenta pero inexorablemente hacia sus dominios. No es un ejército al uso, en realidad es sencillamente una multitud de gente común y corriente:
«… el ejército estaba formado por un vasto y confuso tropel de gente, hombres y mujeres entremezclados con unos cuantos soldados de raídos uniformes, y todos ellos avanzando como una marea humana. Algunos lo hacían dificultosamente, bajo pesadas cargas suspendidas de toscos yugos que rodeaban sus cuellos; otros luchaban con toscas carretas de madera, ayudando con sus manos el girar de las ruedas. Sólo unos cuantos caminaban libres, pero todos avanzaban al mismo paso…»
Para intentar frenar su avance, el conde arranca unas flores muy especiales que crecen en su jardín: las flores del tiempo. Son unas flores preciosas de cristal —en la Met Gala se han visto muchos motivos florales, algunos de ellos imitando este material— que tienen el poder de hacer retroceder el tiempo cuando son arrancadas de su planta. Pero el avance del «ejército» es inexorable y no hay suficientes flores de cristal en el jardín, en el mundo entero, como para impedir que acaben llegando a la villa.
Básicamente es una historia sobre gente rica que no duda ni un segundo en destruir algo hermoso si con ello consiguen vivir un solo día más en su burbuja de privilegio. Y es que el conde no se pregunta ni una sola vez —de manera deliberada por parte del autor, claro— quién es esa gente, por qué se dirigen hacia su casa, de dónde vienen, cuáles son esas cargas que les dificultan el avance… Nada, absolutamente nada. El único pensamiento que les dedica es «¿Qué puedo hacer para que paren y me dejen en paz?».
Una narrativa sencilla, pero muy simbólica y poderosa.