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emotional
hopeful
informative
reflective
slow-paced
Plot or Character Driven:
Character
Strong character development:
Yes
Loveable characters:
Complicated
I read this after enjoying one of Elizabeth Strout’s other books, “Olive Kitteridge”. Like Olive Kitteridge, this was really well written with flawed characters, believable conversations, and rich backstories. Unlike Olive Kitteridge, this one was fucking dull.
emotional
hopeful
inspiring
reflective
sad
medium-paced
Plot or Character Driven:
Character
Strong character development:
Yes
Loveable characters:
Yes
Diverse cast of characters:
No
Flaws of characters a main focus:
Yes
Decía Pardo Bazán en 'Los Pazos de Ulloa' que la aldea, cuando no ha salido nunca uno de ella, envilece, empobrece y embrutece. Y esas palabras he tenido en la cabeza a lo largo de toda lectura.
Esta novela es soberbia. Intento pensar en cuál es su tema, qué quiero dejar aquí escrito para mí, para cuando quiera volver a recordar lo que me hizo sentir, y no soy capaz de acotarlo más a: la vida. La vida es su tema, con todas sus frustraciones, miedos, alegrías, añoranzas, disgustos, infelicidad, vileza, mezquindad, bondad y piedad. Todo cabe en ella a través de ese microcosmos que Strout construye para el párroco Tyler Caskey y su familia rota; todo cabe en ese pequeño drama doméstico que empieza con el duelo de un padre y su hija de cinco años y que se abre para mostrar la pobreza de espíritu y la vileza cotidiana que la gente aburrida de los pueblos pequeños tiende a mostrar. No hay grandes villanos aquí, porque el torbellino que acaba arrasando la vida de Tyler no es más que aquel del que nos avisaba hace casi doscientos años Doña Emilia: el envilecimiento, el embrutecimiento y el empobrecimiento de las personas normales que no han salido de la aldea. Y no hay mejores villanos que esos: la falta de empatía de las profesoras y la psicóloga de la pequeña Katherine, incapaces de entender, en su soberbia y su pequeñez intelectual, que no es más que una niña que echa de menos a su madre muerta; la cortedad de miras y la violencia emocional de Doris, los malsanos cotilleos de todas esas amas de casa sin más recursos de entretenimiento que el chismorreo malévolo, la infidelidad malsana del hombre casado y diácono mayor de la iglesia. Al final, es necesario el derrumbamiento de Tyler para que todo vuelva a la normalidad, que no es más que la máscara que cubre, y seguirá cubriendo, esa mezquindad, esa vileza cotidianas.
Es una novela soberbia. Transmite una enorme empatía por sus personajes, por Tyler y Katherine, y un enorme deseo de que todo salga bien en este libro sobre el drama sencillo de un hombre sencillo en un pueblo sencillo. De lo mejor que he leído en meses y uno de mis libros favoritos desde ya.
Esta novela es soberbia. Intento pensar en cuál es su tema, qué quiero dejar aquí escrito para mí, para cuando quiera volver a recordar lo que me hizo sentir, y no soy capaz de acotarlo más a: la vida. La vida es su tema, con todas sus frustraciones, miedos, alegrías, añoranzas, disgustos, infelicidad, vileza, mezquindad, bondad y piedad. Todo cabe en ella a través de ese microcosmos que Strout construye para el párroco Tyler Caskey y su familia rota; todo cabe en ese pequeño drama doméstico que empieza con el duelo de un padre y su hija de cinco años y que se abre para mostrar la pobreza de espíritu y la vileza cotidiana que la gente aburrida de los pueblos pequeños tiende a mostrar. No hay grandes villanos aquí, porque el torbellino que acaba arrasando la vida de Tyler no es más que aquel del que nos avisaba hace casi doscientos años Doña Emilia: el envilecimiento, el embrutecimiento y el empobrecimiento de las personas normales que no han salido de la aldea. Y no hay mejores villanos que esos: la falta de empatía de las profesoras y la psicóloga de la pequeña Katherine, incapaces de entender, en su soberbia y su pequeñez intelectual, que no es más que una niña que echa de menos a su madre muerta; la cortedad de miras y la violencia emocional de Doris, los malsanos cotilleos de todas esas amas de casa sin más recursos de entretenimiento que el chismorreo malévolo, la infidelidad malsana del hombre casado y diácono mayor de la iglesia. Al final, es necesario el derrumbamiento de Tyler para que todo vuelva a la normalidad, que no es más que la máscara que cubre, y seguirá cubriendo, esa mezquindad, esa vileza cotidianas.
Es una novela soberbia. Transmite una enorme empatía por sus personajes, por Tyler y Katherine, y un enorme deseo de que todo salga bien en este libro sobre el drama sencillo de un hombre sencillo en un pueblo sencillo. De lo mejor que he leído en meses y uno de mis libros favoritos desde ya.
I still like Elizabeth Strout as a writer, but I didn’t really enjoy this story or these characters.
One of the better written books I've read in awhile. I loved it!