Take a photo of a barcode or cover
jormanks's reviews
742 reviews
Nosotros by Yevgeny Zamyatin
4.0
¿Empezamos con un cliché? Bueno: Nosotros es el precursor de 1984, y de Un Mundo Feliz. Directamente de 1984, y pues la temática ya se sabe: futuro distópico, totalitario, en donde la individualidad perece frente a una gran máquina que necesita que todas sus partes trabajen al unísono. Pues, normal, en este tipo de libros. Es decir, ya se sabe qué puede esperar uno. La gran diferencia es cómo suceden las cosas, quienes son los protagonistas, y cuál es el contexto.
Este libro es sorprendentemente menos político de lo que pensé. Y es un poco más sutil que 1984: es más importante lo que no se cuenta en detalle, sino que tenemos que confiar en las descripciones para ver ese mundo despiadado y despojado de todo rastro de individualidad. Y la historia está contada por un personaje que va mostrando, con su forma de escribir ( y de pensar, y de percibir las cosas) cómo se ve afectado por lo "normal" del mundo. Creo que ese es su punto fuerte: es confuso a propósito, pero se va desenvolviendo de otra manera para mostrar, justamente, como ese mundo exterior va cediendo a la pasión interior, al despertar de la persona.
Bueno, entonces está eso de los personajes interesantes, y de la manera de contar las cosas. Y que es sutil con eso.
Lo otro es que este libro salió hace ya casi 100 años, y de manera clandestina en Rusia (sí, porque el comunismo y todo eso). Hace casi 100 años. Inspiró a Orwell para que escribiera 1984, y esta a su vez inspiró a Huxley a que escribiera Un Mundo Feliz. Y sin contar las demás novelas distópicas con este tinte. Es decir, unos 100 años de puras predicciones aventuradas desde la fantasía, con miedo, todas como tratando de retratar todo lo que no se debe hacer, y todo lo que debemos evitar. Y, sin embargo, aquí estamos. Justo en eso. Y no gracias al comunismo, propiamente, sino a la idea y el miedo que nos vende esa palabra. Por y en contra. Porque por y en contra de algo es que se dan muchos grandes movimientos.
Y aquí estamos.
Yo no sé qué será de nosotros si seguimos leyendo tantas cosas tan viejas, llenas de tanta claridad, para terminar haciendo justamente lo contrario.
Este libro es sorprendentemente menos político de lo que pensé. Y es un poco más sutil que 1984: es más importante lo que no se cuenta en detalle, sino que tenemos que confiar en las descripciones para ver ese mundo despiadado y despojado de todo rastro de individualidad. Y la historia está contada por un personaje que va mostrando, con su forma de escribir ( y de pensar, y de percibir las cosas) cómo se ve afectado por lo "normal" del mundo. Creo que ese es su punto fuerte: es confuso a propósito, pero se va desenvolviendo de otra manera para mostrar, justamente, como ese mundo exterior va cediendo a la pasión interior, al despertar de la persona.
Bueno, entonces está eso de los personajes interesantes, y de la manera de contar las cosas. Y que es sutil con eso.
Lo otro es que este libro salió hace ya casi 100 años, y de manera clandestina en Rusia (sí, porque el comunismo y todo eso). Hace casi 100 años. Inspiró a Orwell para que escribiera 1984, y esta a su vez inspiró a Huxley a que escribiera Un Mundo Feliz. Y sin contar las demás novelas distópicas con este tinte. Es decir, unos 100 años de puras predicciones aventuradas desde la fantasía, con miedo, todas como tratando de retratar todo lo que no se debe hacer, y todo lo que debemos evitar. Y, sin embargo, aquí estamos. Justo en eso. Y no gracias al comunismo, propiamente, sino a la idea y el miedo que nos vende esa palabra. Por y en contra. Porque por y en contra de algo es que se dan muchos grandes movimientos.
Y aquí estamos.
Yo no sé qué será de nosotros si seguimos leyendo tantas cosas tan viejas, llenas de tanta claridad, para terminar haciendo justamente lo contrario.
El Principito by Antoine de Saint-Exupéry
4.0
El otro día en la oficina en la que trabajo uno de los jefes le dijo a una compañera que "esa era una lección que el principito le dio a la rosa y al zorro". La compañera hizo una cara de "este tipo por qué me molesta" y todos esos síntomas de desagrado en un ambiente laboral. Ella tiene unos 23 años, y es practicante en la empresa, y él debe estar por encima de los cuarenta, todo un ejecutivo de esos a los que el tiempo les alcanza para ir al gimnasio y al estilista, para comprar ropa de marca y anda generalmente con los AirPods incrustados en el cuerpo y uno no sabe si está hablando con uno, o con otra persona.
Esa fue mi motivación para revisitar el libro. Ver cuál era la lección que El Principito le dio a la rosa y a el zorro, porque no me sonaba que fuera así. Mi jefe dijo "es una lección hermosa, ¿sabes qué libro es?" y ella solamente siguió con los gestos, a sus espaldas, porque el jefe le habla mucho, le hace chistes que no siempre son buenos. Es, en otras palabras, una forma de acoso laboral, porque ella no solo es joven sino muy bonita. En fin, que ella respondió que no, y el jefe le recomendó leer El Principito, una recomendación que si yo no tomo se hace vacía, como casi todas las cosas que uno dice y hace en una oficina.
Siempre se asocia a que esta lectura es algo adecuado para niños, y puede que originalmente sea así, pero también se entra ya en la otra posición de que "uno debería leerlo de grande", y eso realmente le cabe a cualquier libro, a cualquier historia. El otro día una amiga me preguntó que por qué quería releer La Broma Infinita, se me aguaron los ojos y no supe qué decir, pero ella lo entendió bien: a uno no le alcanza el tiempo para volver a leer todo lo que uno valora mucho.
Entonces leí El Principito, de nuevo, por cuarta vez, creo. Es una lectura corta (lo que la hace demasiado llamativa ahorita, en la que nadie tiene tiempo para nada) que narra la historia de alguien que trata de describir cómo es la inocencia de los niños, algo por lo que pasamos todos, y como eso nos hace ver lo absurdo del mundo. Se necesita de nosotros algo para que la sociedad funcione, pero más allá de eso, la individualización de los objetivos como persona nos hace ser simplemente máquinas que (obvio, esto es un cliché, y lo sé) olvidan un poco qué es lo que somos. Nos hace falta esa mirada inocente y carente de idea de lo común para volver a las raíces, a eso que somos como individuos.
Mientras leía trataba de poner a mi jefe en uno de los planetas que El Principito conoce antes de llegar a la tierra, y al final no supe bien dónde ponerlo. Pero más que eso, me impactó la descripción del asteroide donde vive el protagonista: tan grande como una casa. Uno, de adulto, tiene que exponerse ante lo absurdo de la escala del planeta, del universo, lo efímero de la vida, pero para alguien algo tan relativamente pequeño como una casa, o una habitación, puede ser un mundo. Es bueno mirar hacia arriba o preguntarse por todo lo que no podemos ver, pero eso no quiere decir que debemos ignorar lo que tenemos a nuestro alcance.
Mi jefe, creo, estaba tratando de domesticar a mi compañera. No hay una lección que El Principito le enseñe a la rosa y al zorro, sino al contrario. Aunque, claro, esta lectura le enseña a uno varias cosas. Tal vez a eso se refería mi jefe, pero creo que estaba muy ocupado y preocupado tratando de demostrar su sabiduría, un convencimiento propio de todo aquel que pretende predicar más para ser escuchado que para enseñar, algo que se puede tomar como machismo, o simplemente el ejercicio del poder hacia un subordinado. Pero es que todo eso es tan carente de sentido como lo puede ser andar todo el día hablando en AirPods de reuniones que no van a sumar nada en "el gran esquema de las cosas", pero que entretienen a las personas haciéndoles creer que la productividad y las utilidades son cosas serias que se deben perseguir sin pararse a pensar si en medio de eso se puede encontrar la calma que tiene uno simplemente al observarlo todo.
En fin.
Mientras más años tiene uno, más cosas encuentra en lo que vuelve a leer.
Esa fue mi motivación para revisitar el libro. Ver cuál era la lección que El Principito le dio a la rosa y a el zorro, porque no me sonaba que fuera así. Mi jefe dijo "es una lección hermosa, ¿sabes qué libro es?" y ella solamente siguió con los gestos, a sus espaldas, porque el jefe le habla mucho, le hace chistes que no siempre son buenos. Es, en otras palabras, una forma de acoso laboral, porque ella no solo es joven sino muy bonita. En fin, que ella respondió que no, y el jefe le recomendó leer El Principito, una recomendación que si yo no tomo se hace vacía, como casi todas las cosas que uno dice y hace en una oficina.
Siempre se asocia a que esta lectura es algo adecuado para niños, y puede que originalmente sea así, pero también se entra ya en la otra posición de que "uno debería leerlo de grande", y eso realmente le cabe a cualquier libro, a cualquier historia. El otro día una amiga me preguntó que por qué quería releer La Broma Infinita, se me aguaron los ojos y no supe qué decir, pero ella lo entendió bien: a uno no le alcanza el tiempo para volver a leer todo lo que uno valora mucho.
Entonces leí El Principito, de nuevo, por cuarta vez, creo. Es una lectura corta (lo que la hace demasiado llamativa ahorita, en la que nadie tiene tiempo para nada) que narra la historia de alguien que trata de describir cómo es la inocencia de los niños, algo por lo que pasamos todos, y como eso nos hace ver lo absurdo del mundo. Se necesita de nosotros algo para que la sociedad funcione, pero más allá de eso, la individualización de los objetivos como persona nos hace ser simplemente máquinas que (obvio, esto es un cliché, y lo sé) olvidan un poco qué es lo que somos. Nos hace falta esa mirada inocente y carente de idea de lo común para volver a las raíces, a eso que somos como individuos.
Mientras leía trataba de poner a mi jefe en uno de los planetas que El Principito conoce antes de llegar a la tierra, y al final no supe bien dónde ponerlo. Pero más que eso, me impactó la descripción del asteroide donde vive el protagonista: tan grande como una casa. Uno, de adulto, tiene que exponerse ante lo absurdo de la escala del planeta, del universo, lo efímero de la vida, pero para alguien algo tan relativamente pequeño como una casa, o una habitación, puede ser un mundo. Es bueno mirar hacia arriba o preguntarse por todo lo que no podemos ver, pero eso no quiere decir que debemos ignorar lo que tenemos a nuestro alcance.
Mi jefe, creo, estaba tratando de domesticar a mi compañera. No hay una lección que El Principito le enseñe a la rosa y al zorro, sino al contrario. Aunque, claro, esta lectura le enseña a uno varias cosas. Tal vez a eso se refería mi jefe, pero creo que estaba muy ocupado y preocupado tratando de demostrar su sabiduría, un convencimiento propio de todo aquel que pretende predicar más para ser escuchado que para enseñar, algo que se puede tomar como machismo, o simplemente el ejercicio del poder hacia un subordinado. Pero es que todo eso es tan carente de sentido como lo puede ser andar todo el día hablando en AirPods de reuniones que no van a sumar nada en "el gran esquema de las cosas", pero que entretienen a las personas haciéndoles creer que la productividad y las utilidades son cosas serias que se deben perseguir sin pararse a pensar si en medio de eso se puede encontrar la calma que tiene uno simplemente al observarlo todo.
En fin.
Mientras más años tiene uno, más cosas encuentra en lo que vuelve a leer.
Momo by Michael Ende
4.0
Una vez le escuche decir a alguien en un podcast "yo AMO perder el tiempo leyendo", y esa fue una de las primeras cosas que se me vino a la cabeza mientras estaba leyendo este libro.
En ese podcast hablan siempre de cómo hay gente de dura y tesa y organizada y exitosa, y que esa gente le comparte a la otra gente, como uno, cómo podría dejar de ser menos como uno y más como ellos. Y, pues, algunas veces no es tan malo porque uno sí es desorganizado y, si se mide en esos términos, nada exitoso. Uno logra muy poquito. Uno, si no termina haciendo lo que debería hacer, al leer un libro entonces está perdiendo el tiempo.
Momo comienza de manera lenta, y tal vez hasta aburrida, y termina de una manera en la que uno queda muy envuelto en lo que pasa. Sí, es algo cliché el final. Pero no es eso lo que importa, sino todo lo que hay en el medio. Todas las cosas que se dicen y que muestran un mundo que no es absurdo sino muy real en ese entonces, y mucho más ahora.
Comencé con lo del podcast porque sí hay cierta manera una obsesión con ahorrar tiempo. Ser más eficiente y productivo con la finalidad de ser... eficiente y productivo. De cuestionar ciertas actividades que no van ligadas a una gran recompensa vista no en términos de bienestar sino en practicidad. No creo poder hacerme entender. Creo que eso lo define mejor la frase "AMO perder el tiempo leyendo": si uno disfruta algo, no debería considerarlo tiempo perdido. Que sea mejor dedicar el tiempo en otra cosa puede ser cuestionable. Es decir, usted estaría mejor sin leer esto que no concluye nada, y yo también al no escribirlo. Pero aquí estamos, por muchas razones. La principal, tal vez, es porque queremos.
Momo esconde no solamente la dureza de una realidad que termina en estos tiempos de pandemia (gente que trabaja desde casa para trabajar más tiempo, y gente que sale a trabajar para sostener el mundo mientras todo pertenece quieto), sino la dulzura de la inocencia. Quisiera decir que esa inocencia es algo que deberíamos mantener todos al crecer, pero es lo primero que se pierde, y eso es lo que nos convierte en hombres grises que gritan haciendo filas en situaciones que nos demoran más de lo pensado porque "nos hacen perder tiempo". Tiempo para qué, si al final uno siempre anda alcanzado. Tiempo para qué. Para terminar leyendo libros y gozar con ellos y luego decir, asustado, que uno ama perder el tiempo leyendo.
En ese podcast hablan siempre de cómo hay gente de dura y tesa y organizada y exitosa, y que esa gente le comparte a la otra gente, como uno, cómo podría dejar de ser menos como uno y más como ellos. Y, pues, algunas veces no es tan malo porque uno sí es desorganizado y, si se mide en esos términos, nada exitoso. Uno logra muy poquito. Uno, si no termina haciendo lo que debería hacer, al leer un libro entonces está perdiendo el tiempo.
Momo comienza de manera lenta, y tal vez hasta aburrida, y termina de una manera en la que uno queda muy envuelto en lo que pasa. Sí, es algo cliché el final. Pero no es eso lo que importa, sino todo lo que hay en el medio. Todas las cosas que se dicen y que muestran un mundo que no es absurdo sino muy real en ese entonces, y mucho más ahora.
Comencé con lo del podcast porque sí hay cierta manera una obsesión con ahorrar tiempo. Ser más eficiente y productivo con la finalidad de ser... eficiente y productivo. De cuestionar ciertas actividades que no van ligadas a una gran recompensa vista no en términos de bienestar sino en practicidad. No creo poder hacerme entender. Creo que eso lo define mejor la frase "AMO perder el tiempo leyendo": si uno disfruta algo, no debería considerarlo tiempo perdido. Que sea mejor dedicar el tiempo en otra cosa puede ser cuestionable. Es decir, usted estaría mejor sin leer esto que no concluye nada, y yo también al no escribirlo. Pero aquí estamos, por muchas razones. La principal, tal vez, es porque queremos.
Momo esconde no solamente la dureza de una realidad que termina en estos tiempos de pandemia (gente que trabaja desde casa para trabajar más tiempo, y gente que sale a trabajar para sostener el mundo mientras todo pertenece quieto), sino la dulzura de la inocencia. Quisiera decir que esa inocencia es algo que deberíamos mantener todos al crecer, pero es lo primero que se pierde, y eso es lo que nos convierte en hombres grises que gritan haciendo filas en situaciones que nos demoran más de lo pensado porque "nos hacen perder tiempo". Tiempo para qué, si al final uno siempre anda alcanzado. Tiempo para qué. Para terminar leyendo libros y gozar con ellos y luego decir, asustado, que uno ama perder el tiempo leyendo.
Ensayo sobre la ceguera by José Saramago
5.0
Más que lo que se ha dicho siempre, eso de que el estilo narrativo es audaz y requiere la atención del autor, lo que más me sorprende en la relectura es cómo se detalla bien la fragilidad del hombre en presencia de la civilización.
En una ciudad, o país, o lo que sea, en donde todo el mundo se queda ciego, la gente acude a las calles a buscar comida. No hay servicio de energía, ni de agua, ni de nada, porque casi todo depende de manos humanas, y estas manos ahora parecen no saber qué hacer porque no pueden ver lo que hay que hacer. En esa situación, las personas de esta historia se van en busca de comida, abandonando el refugio. Y, ¿qué es más importante? Cuando no hay cómo comunicarnos con otros para organizarnos comienzan a surgir comunidades con intereses en común, y depende uno o de la benevolencia del otro o de un aprovechamiento de la fuerza que siempre va acompañada de violencia.
En fin. Linda lectura para estos tiempos de cuarentena por el coronavirus. Si toda esa gente que ahorita es la que mantiene al mundo rodando de repente se queda ciega, creo que lo que se pinta aquí no es muy lejano de lo que podría pasar.
Ay, pero que hable del libro. Bueno: como ya dije, el estilo narrativo requiere concentración del lector. En este libro no hay nombres, no hay descripciones detalladas de las cosas (como describiría un ciego a otro, por ejemplo), y se asume una suerte de igualdad ante esta situación que es como la muerte. Si bien las cosas que pasan pueden sonar exageradas, no creo que sea algo que no pueda suceder.
Los personajes son interesantes aunque solo se ahonda en uno, que es el central, y no siempre sus motivaciones son claras. Eso sí, esa descomposición del protagonista a lo largo del libro es angustiante, y aunque es víctima de algunas situaciones (y victimaria en otras) en la mayor parte del relato es víctima de un mundo en el que no puede hacer nada, porque se trata de una sola persona contra un desorden establecido por el caos.
El aspecto que no me gustó fue el no aprovechar el punto del niño que hay en la historia. Sirve para dos o tres cosas puntuales, pero se ve más como una carga, y no como alguien que pudiera poner otra perspectiva. ¿Qué diría un niño pequeño en esas situaciones? Llorar por la madre no es suficiente. Creo que esa curiosidad no se aprovechó, pero el autor es otro y yo soy simplemente una persona que lee, entonces nada.
Gran libro, le revuelve a uno todo, y lo entrega a la vida un poco cambiado. Esperemos que tragedias como esta, como otras de otros libros, sirvan para replantear cosas. El ejercicio de leer no es solo criticar, sino aprender. Y algo aprende uno de este libro.
En una ciudad, o país, o lo que sea, en donde todo el mundo se queda ciego, la gente acude a las calles a buscar comida. No hay servicio de energía, ni de agua, ni de nada, porque casi todo depende de manos humanas, y estas manos ahora parecen no saber qué hacer porque no pueden ver lo que hay que hacer. En esa situación, las personas de esta historia se van en busca de comida, abandonando el refugio. Y, ¿qué es más importante? Cuando no hay cómo comunicarnos con otros para organizarnos comienzan a surgir comunidades con intereses en común, y depende uno o de la benevolencia del otro o de un aprovechamiento de la fuerza que siempre va acompañada de violencia.
En fin. Linda lectura para estos tiempos de cuarentena por el coronavirus. Si toda esa gente que ahorita es la que mantiene al mundo rodando de repente se queda ciega, creo que lo que se pinta aquí no es muy lejano de lo que podría pasar.
Ay, pero que hable del libro. Bueno: como ya dije, el estilo narrativo requiere concentración del lector. En este libro no hay nombres, no hay descripciones detalladas de las cosas (como describiría un ciego a otro, por ejemplo), y se asume una suerte de igualdad ante esta situación que es como la muerte. Si bien las cosas que pasan pueden sonar exageradas, no creo que sea algo que no pueda suceder.
Los personajes son interesantes aunque solo se ahonda en uno, que es el central, y no siempre sus motivaciones son claras. Eso sí, esa descomposición del protagonista a lo largo del libro es angustiante, y aunque es víctima de algunas situaciones (y victimaria en otras) en la mayor parte del relato es víctima de un mundo en el que no puede hacer nada, porque se trata de una sola persona contra un desorden establecido por el caos.
El aspecto que no me gustó fue el no aprovechar el punto del niño que hay en la historia. Sirve para dos o tres cosas puntuales, pero se ve más como una carga, y no como alguien que pudiera poner otra perspectiva. ¿Qué diría un niño pequeño en esas situaciones? Llorar por la madre no es suficiente. Creo que esa curiosidad no se aprovechó, pero el autor es otro y yo soy simplemente una persona que lee, entonces nada.
Gran libro, le revuelve a uno todo, y lo entrega a la vida un poco cambiado. Esperemos que tragedias como esta, como otras de otros libros, sirvan para replantear cosas. El ejercicio de leer no es solo criticar, sino aprender. Y algo aprende uno de este libro.
La peste by Albert Camus
4.0
Difícil lectura. Difícil porque siento que está muy fragmentada en su narrativa. El narrador hace un trabajo tremendo a la hora de describir el sentir de la población en medio de una pandemia, pero luego los personajes no parecen tan bien definidos, sobre todo en los diálogos.
Pero luego sucede que los actos de estas personas los definen. Y la novela va en este tire y afloje de un todo a grande escala contra los hechos que algunos pocos siguen o muestran. Y eso es como amasar, digamos, por ponernos en tiempos de pandemias en las que el encierro es necesario. Están los dos materiales que parecen tan lejanos, harina y agua, pero luego de incorporarlos de a poco se logra una cohesión bastante interesante, que depende también de una destreza del autor para poner en palabras todo lo que sucede.
Es una novela desgarradora. No diría que pesimista, pero sí muestra una adversidad que no se conquista a punta de esfuerzo sino de resistencia. Eso demuestran sus personajes principales: una resistencia contra algo que es imposible de combatir, pero que requiere de un esfuerzo descomunal. Por eso no es pesimista: eso sería solamente ceder a la derrota. Hay algo hermoso en esa lucha.
Pero luego sucede que los actos de estas personas los definen. Y la novela va en este tire y afloje de un todo a grande escala contra los hechos que algunos pocos siguen o muestran. Y eso es como amasar, digamos, por ponernos en tiempos de pandemias en las que el encierro es necesario. Están los dos materiales que parecen tan lejanos, harina y agua, pero luego de incorporarlos de a poco se logra una cohesión bastante interesante, que depende también de una destreza del autor para poner en palabras todo lo que sucede.
Es una novela desgarradora. No diría que pesimista, pero sí muestra una adversidad que no se conquista a punta de esfuerzo sino de resistencia. Eso demuestran sus personajes principales: una resistencia contra algo que es imposible de combatir, pero que requiere de un esfuerzo descomunal. Por eso no es pesimista: eso sería solamente ceder a la derrota. Hay algo hermoso en esa lucha.
Lo único que le quedaba, en realidad, era dar ocasión al azar que muchas veces no actúa si no se le provoca
Volver a empezar by Ken Grimwood
2.0
Engancha.
Quizá es lo mejor que pueda decir del libro. Lo acabé en 3 o 4 días porque su premisa, esa de volver a la juventud con conocimiento del futuro, es buena. Pero la historia lamentablemente no. El personaje tampoco es interesante. Lo encuentro ruin, mediocre. Una persona que debería tener cierto conocimiento de la vida (no del futuro sino de la enseñanza de la pérdida y de vivir cosas que otros no) no actuaría de cierto modo, o de todos esos modos.
La premisa es interesante, decía, pero los personajes no. Y la mayoría de los personajes son mujeres preciosas que sirven de puente para las escapadas sexuales del protagonista, algo que puede confundir con amor. Y aun así, en medio de esas descripciones eróticas, todo está lleno de cosas ya contadas e inventadas.
Quizá es lo mejor que pueda decir del libro. Lo acabé en 3 o 4 días porque su premisa, esa de volver a la juventud con conocimiento del futuro, es buena. Pero la historia lamentablemente no. El personaje tampoco es interesante. Lo encuentro ruin, mediocre. Una persona que debería tener cierto conocimiento de la vida (no del futuro sino de la enseñanza de la pérdida y de vivir cosas que otros no) no actuaría de cierto modo, o de todos esos modos.
La premisa es interesante, decía, pero los personajes no. Y la mayoría de los personajes son mujeres preciosas que sirven de puente para las escapadas sexuales del protagonista, algo que puede confundir con amor. Y aun así, en medio de esas descripciones eróticas, todo está lleno de cosas ya contadas e inventadas.
La mujer rota by Simone de Beauvoir
4.0
Creo haber visto reseñas en las que se habla eso de "cómo leer un libro en el que los personajes son antipáticos", pero no es tanto eso. En este libro se encuentran tres historias, contadas de manera diferente (narrativa normal, monólogo, y a manera de diario), de tres personas que atraviesan por una pérdida que las lleva a mostrar sus inseguridades. Pero es que no es tanto eso, sino que realmente no hay una columna real que mantenga el la ilusión de una vida cualquiera.
En el primer caso, por ejemplo, se habla de una batalla por formar y educar a una persona. El drama de una madre que sobrepasa los límites (pero, ¿cuáles son estos límites?) y la hace ver, un poco, como alguien enfermizo o tal vez narcisista. Pero es algo sistemático. Esta situación viene de algo que "se rompe", la normalidad esta de una madre que lucha con su propia idea de criar a un hijo. ¿Hasta qué edad debe hacerlo? ¿Prolongar esta situación habla mal de la madre, o del hijo? Aquí se puede ver, un poco, cómo el paso del tiempo deteriora esta idea de la familia y de la maternidad, y no por una cuestión mental por parte del personaje, sino por una falla en ese sistema que no le permite a una madre ser una mujer a pesar de haber hecho cosas para sentirse realizada. Es, tal vez, un abandono, pero no tanto por la distancia de las relaciones al envejecer (los hijos que crecen, y toman sus propias decisiones) sino por el no saber definir este rol.
Madre solo hay una, escuchamos por ahí. En los tres relatos vemos a tres mujeres en situaciones diferentes. Las vemos abandonadas por esa estabilidad o la finalidad de una vida que llega a su fin. El fin de la productividad, o el fin de la atracción física, cosas que se exigen de alguien pero que no duran toda la vida. Cosas que se muestran como pilares indiscutibles de una vida, pero que son una forma incompleta de vivir para estos personajes.
Eso es lo que más encuentro en la lectura. Ese abandono a estas personas. El no sentirse completas, a pesar de haber hecho lo que debían.
En el primer caso, por ejemplo, se habla de una batalla por formar y educar a una persona. El drama de una madre que sobrepasa los límites (pero, ¿cuáles son estos límites?) y la hace ver, un poco, como alguien enfermizo o tal vez narcisista. Pero es algo sistemático. Esta situación viene de algo que "se rompe", la normalidad esta de una madre que lucha con su propia idea de criar a un hijo. ¿Hasta qué edad debe hacerlo? ¿Prolongar esta situación habla mal de la madre, o del hijo? Aquí se puede ver, un poco, cómo el paso del tiempo deteriora esta idea de la familia y de la maternidad, y no por una cuestión mental por parte del personaje, sino por una falla en ese sistema que no le permite a una madre ser una mujer a pesar de haber hecho cosas para sentirse realizada. Es, tal vez, un abandono, pero no tanto por la distancia de las relaciones al envejecer (los hijos que crecen, y toman sus propias decisiones) sino por el no saber definir este rol.
Madre solo hay una, escuchamos por ahí. En los tres relatos vemos a tres mujeres en situaciones diferentes. Las vemos abandonadas por esa estabilidad o la finalidad de una vida que llega a su fin. El fin de la productividad, o el fin de la atracción física, cosas que se exigen de alguien pero que no duran toda la vida. Cosas que se muestran como pilares indiscutibles de una vida, pero que son una forma incompleta de vivir para estos personajes.
Eso es lo que más encuentro en la lectura. Ese abandono a estas personas. El no sentirse completas, a pesar de haber hecho lo que debían.